A veces siento que soy demasiado emocional, que me preocupo en exceso por cualquier tema, que me afecta mucho lo que sienten los demás, que lloro con más facilidad que otras personas, que soy demasiado humana…. Y me gustaría ser más fría, poder distanciarme más de los temas, preocuparme en menor medida, empatizar menos, …. porque sabemos que los extremos son malos, y que el óptimo está siempre en situarse en el punto medio.
Y sin embargo, esta manera de ser, con elevada empatía, sentimientos intensos, alta sensibilidad,  y apasionada sin pretenderlo, es la que me permite conectar mejor con otras personas, entenderlas y trabajar de un modo distinto con ellas. El factor humano es  un factor decisivo en muchos momentos.

Conozca todas las teorías.

Domine todas las técnicas.

Pero, cuando se acerque a un alma humana

sea otra alma humana

Carl G Jung

Soy consciente de que no soy la única persona que se siente así. Friedrich Nietzsche escribió en 1878 su obra «Humano, demasiado humano». También es una posición cercana a la que expone Kathrin Sohst al hablar de las personas altamente sensibles. Sin embargo, mi cuestión es cómo encaja el factor humano en nuestra sociedad inmersa en la 4ª Revolución Industrial, en un entorno en el que ha triunfado una cultura tecno-científica y me planteo con frecuencia si esta componente emocional aporta algo a un mundo tecnológico y digital.

Las humanidades son el futuro

Entre estas reflexiones, descubro un artículo de Harvard Business Review que trata justamente sobre la importancia de las humanidades en nuestra sociedad: las humanidades son el futuro de la economía digital y la tecnología.
Desde las páginas de HBR nos recuerdan la importancia de las humanidades en una sociedad que está viviendo un cambio de época que supone un completo desafío en esta  4ª Revolución Industrial.  El impacto de la tecnología en nuestra sociedad es enorme: influye en las personas, en los modelos de negocio, en los gobiernos y puede llegar a cambiar totalmente algunos sectores de la economía. La importancia de los cambios en la tecnología ha centrado en muchas ocasiones el punto de mira hacia la necesidad de potenciar perfiles técnicos. Y justamente sobre este punto es donde hace una reflexión:  ¿es realmente así? ¿El futuro es de Ciencias? Y reflexiona sobre este aspecto tomando algunos libros como referencia.

Ciencias vs Humanidades

El artículo se hace eco del libro de Scott Hartley “The Fuzzy and the Techie: Why the Liberal Arts Will Rule the Digital World” (2017).
En el libro, el autor señala que no está de acuerdo con la visión general de promocionar solo estudios CTIM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) como la vía para conseguir innovación. Hartley considera que el futuro de los avances tecnológicos vendrá de los universitarios que se especialicen en ciencias sociales y humanidades (los Fuzzies) en mayor medida que los que se hayan centrado en ciencias y tecnología (los Techies). A partir de su extensa experiencia en valoración y financiación de empresas de nueva creación, el libro incluye docenas de estudios de casos que demuestran su punto de vista. Hartley enumera una larga lista de líderes tecnológicos que tienen licenciaturas de letras. Para mencionar a tan solo unos pocos: Stewart Butterfield de Slack, Filosofía; Jack Ma de Alibaba, Filología inglesa; Susan Wojcicki de YouTube, Historia y Literatura; Brian Chesky de Airbnb, Bellas Artes.
Hartley revela en este libro la realidad contraintuitiva de los negocios de hoy: en realidad son los fuzzies – no los techies – quienes están desempeñando los papeles clave en el desarrollo de las ideas de negocios más creativas y exitosas. Son a menudo los que entienden las necesidades de la vida que es necesario solucionar y ofrecen los mejores acercamientos para hacerlo. “Son ellos quienes están llevando el contexto al código y la ética a los algoritmos”. También son quiénes aportan las habilidades de gestión y comunicación, las habilidades blandas que son tan vitales para estimular el crecimiento.
Considera que si queremos preparar al alumnado para resolver problemas humanos a gran escala, debemos animarles a ampliar, y no a limitar, su educación. El tema fundamental no está en las capacidades de una persona, sino en su forma de pensar y de ver el mundo. Para innovar, no se trata de conocer las respuestas a todas las preguntas, sino de ser capaces de formular las preguntas adecuadas.
“Lo que importa ahora no son las capacidades que tenga una persona, sino cómo piense esa persona. ¿Puede plantear las preguntas correctas? ¿Sabe cuál es el problema que se intenta resolver? Hartley aboga por una verdadera educación de «artes liberales», una que incluya tanto ciencias «duras» como materias más «blandas». Una experiencia educativa bien equilibrada, afirma, abre a las personas nuevas oportunidades y les ayuda a desarrollar productos que respondan a necesidades humanas reales.”
 

Buscar lo humano, buscar el detalle

Y otro libro que también se mueve en el mismo ámbito es “Cents and Sensibility: What Economics Can Learn from the Humanities” (2017).
El libro de Gary Saul Morson y Morton Schapiro es una obra provocativa e inspiradora que aboga por una Economía más humanística. Y es que los economistas, a menudo, actúan como si sus métodos explicaran cualquier comportamiento humano. Pero en Cents and Sensibility, un eminente crítico literario y un destacado economista hacen que las humanidades, especialmente el estudio de la literatura, ofrezcan a los economistas formas de hacer sus modelos más realistas, sus predicciones más precisas y sus políticas más efectivas y justas. Buscar lo humano en cualquier análisis es el factor que puede convertir ese modelo en más acertado, es lo que puede dar la explicación a cuestiones que no se resuelven numéricamente.
Morson y Schapiro sugieren que los economistas podrían mejorar su conocimiento sobre el factor humano a partir de la lectura de las grandes obras de la literatura, quienes tienen una visión sobre las personas más profunda que muchos científicos sociales. Mientras los economistas tienden a tratar a las personas en base a hipótesis generalistas, los novelistas profundizan en los detalles. Para ilustrar este argumento, Morson y Schapiro preguntan: ¿cuándo ha logrado un modelo o caso de estudio científico describir a una persona de manera igual de viva que describió Tolstói a Anna Karénina? Ciertamente, las novelas también nos pueden ayudar a desarrollar nuestra empatía. Las historias, después de todo, nos introducen en las vidas de los personajes, ayudándonos a ver el mundo como lo hacen otras personas, lo cual supone entrenar y desarrollar nuestro nivel de empatía.
Es estimulante comprobar como algunas investigaciones concluyen en destacar la necesidad de las Humanidades en nuestra sociedad tecnológicamente imparable, en la que buscamos continuamente la innovación. Y es que la innovación es humana.
Puede que sentirme más humana no sea negativo, es posible que necesitemos esa dimensión humana para entender el mundo, para crecer, para mejorar…
En fin, nada es casual…
ni la canción que más veces he capturado con mi Shazam en los últimos días (y es que me despistaban los primeros acordes, que me recuerdan a Air Supply) :
Casi humanos…
 

 
y no hay remedio para esta enfermedad…