Somos seres de costumbres

Vuelvo a estar sentada frente al ordenador, pensando sobre qué voy a escribir esta semana y lamentando –como no– no haber escrito mi post semanal antes y así no tener la presión del último minuto para escribirlo y enviarlo. La magia del último minuto… si no existiera ese último minuto, ese último día antes de la fecha límite para entregar algo, parece que no se terminaría nada.

Y es que la fuerza de la costumbre es importantísima en nuestra vida, lo he comentado ya en otra ocasión aquí en INED21. Los hábitos que desarrollamos son un modo de hacer las cosas que simplifican la vida a nuestro cerebro. Cuando hemos desarrollado un hábito, hacemos esa acción de un modo casi automático, con lo cual, el cerebro ahorra energía, ya que no tiene que ir dando indicaciones a cada momento. Desarrollamos hábitos en el modo de conducir, en nuestros horarios, en la respuesta a determinados estímulos…

EL PODER DE ACTUAR

Sin darnos cuenta, los hábitos se instalan en nuestra vida. Repetimos muchas acciones de forma inconsciente. Se calcula que cada día tenemos unos 60.000 pensamientos, de los cuales el 90% son exactamente iguales a los del día anterior o de la semana anterior. Respecto a nuestros actos, el 40% son rutinas que se han ido integrando en nuestro comportamiento, según estudios de la Duke University.
Repetimos, día tras día, la gran mayoría de nuestros pensamientos y también de nuestros actos. En resumen, vivimos en una especie de ‘día de la marmota’, sin ni siquiera ser conscientes de ello. Ello es así porque desarrollamos hábitos, acciones repetitivas que quedan muy arraigadas en nuestro cerebro.

Los hábitos tienen un poder extraordinario y hacen que el cerebro actúe en ‘modo automático’ y excluya todo lo demás, incluido el sentido común.


Podemos crear hábitos positivos (el de leer un rato todos los días, el de sonreír…) o hábitos negativos (como procrastinar, fumar…) y lo interesante es que depende solo de nosotr@s y, además, tenemos elpoder de actuar sobre ellos y modificarlos.
Desarrollar un hábito positivo puede hacernos más felices o puede contribuir a establecer prácticas que nos lleven a mejorar nuestra vida. Todos acabamos desarrollando hábitos nuevos, si realmente queremos; por ejemplo, cuando decidimos introducir el hábito de hacer ejercicio físico con regularidad o, en mi caso concreto, el hábito de dedicar unas horas todos los fines de semana a escribir, que surge ya de modo automático, sin pensar, me obliga a concentrarme unas horas y reporta su recompensa con el tiempo –nada es inmediato–, creo que nadie escribe por el gusto de escribir, escribimos por el placer de que nos lean, esa es una recompensa extraordinaria que le da sentido al hecho de escribir.
Recuerdo lo mucho que me costaba escribir un artículo hace unos años (en tiempo y en esfuerzo) y las múltiples tentaciones que tuve de dejar de escribir todas las semanas. Pero sabía que necesitaba desarrollar el hábito de escribir con constancia si quería mejorar, así que no sucumbí a la tentación de dejar de hacerlo.

Es una cuestión de voluntad

Desarrollar nuevos hábitos o modificar los existentes, requiere que quieras hacerlo y, a partir de ahí, es bueno conocer cómo funcionan los hábitos.

LOS HÁBITOS

Un hábito es una conducta que se repite en el tiempo de modo sistemático. Un hábito no es una mera conducta asidua, sino que se convierte en un automatismo y presenta un grado de regularidad que hace que se confunda con la vida de la persona que lo ostenta.
En los últimos años, los avances en neurología y psicología nos han permitido entender cómo funcionan los hábitos, que es posible modificarlos, aplicarlos de forma constructiva y obtener un mejor rendimiento, en nuestra vida personal o profesional.
El ciclo de un hábito comienza en el momento en que las decisiones que tomamos de forma deliberada se repiten con tanta frecuencia que ya no decidimos, simplemente, hacemos. El cerebro está programado para ahorrar esfuerzos y convierte situaciones ya vividas con frecuencia en rutinas.
Así, por ejemplo, el primer día de trabajo de una persona implica tomar una serie de decisiones: a qué hora levantarse, cómo ir hasta el trabajo, qué tipo de ropa ponerse… Sin embargo, transcurridos unos días, todas estas decisiones se convierten en hábitos que la persona tiene todos los días y que ya no cuestiona.

El poder de los hábitos es enorme. Y es necesario controlar los hábitos, especialmente, desde el momento que el cerebro no distingue entre buenos y malos hábitos.

Los hábitos empiezan con una acción deliberada sobre un comportamiento, pero pasado un tiempo, la persona ya no decide, sino que actúa en función de ese patrón de conducta que es el hábito. Por ello, es necesario ser conscientes de nuestros hábitos y eliminar aquellos que son negativos, conocer cómo se generan y cómo podemos cambiarlos.
Charles Duhigg, periodista de investigación de The New York Times, lo expone en su libro «The Power of Habit», donde no se limita a divulgar cómo funcionan los hábitos, sino que hace un planteamiento práctico en el que propone el reto de cambiarlos, no solo a nivel individual de cada persona, sino también en las organizaciones, en las que también se desarrollan hábitos de comportamiento.

LAS CLAVES

Claves para cambiar un hábito

Los hábitos se generan para ahorrar esfuerzo. Un cerebro eficiente deja de pensar en las conductas básicas y repetitivas, para centrarse en otras más intelectuales. Es decir, el cerebro le cede el control al hábito. De ahí, la importancia de los mismos.
Los hábitos se generan en nuestra vida diaria y también las organizaciones siguen un patrón similar, se adoptan hábitos. Esta realidad obliga a prestar atención a detectar qué partes de sus procesos están vinculadas a hábitos. En el ámbito empresarial, los buenos o malos hábitos se traducen en altos o bajos niveles de absentismo, en alta o baja productividad…
Diversos estudios en neurología han permitido comprender por qué algunas personas pueden modificar sus hábitos, mientras que otras no lo consiguen. Duhigg resume el modo de reeducar un hábito en cuatro pasos a seguir. Primero, es necesario conocer cómo funciona el hábito a modificar para poder actuar sobre el mismo, la modificación es un proceso largo y con una cierta complejidad, pero muy factible.

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Identificar la rutina

Existe un bucle neurológico que es la base de todo hábito, compuesto por tres elementos: la señal, la rutina y la recompensa. La señal es el desencadenante que transmite al cerebro qué habito debe usar. La rutina es el hábito en sí mismo y la recompensa ayuda al cerebro a decidir si merece la pena recordar el bucle o no.
El primer paso imprescindible es identificar el hábito, conocer que se produce automáticamente, ya que muchos hábitos pasan desapercibidos en nuestro día a día.

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Experimentar con recompensas

Es necesario percibir la razón última que nos mueve a hacer algo. Las recompensas pueden dirigir el comportamiento y por ello, es bueno conocer qué recompensas nos pueden ayudar a modificar un hábito.

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Aislar el detonante del hábito

Es difícil identificar el origen de un comportamiento, pero debemos conocer cuál es el detonante que hace que se desencadene el hábito. Si queremos cambiar el hábito, es imprescindible conocer qué hecho lo origina.

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Planificar

Cuando ya hemos identificado el bucle del hábito, es el momento en que podemoscomenzar a modificarlo. Para cambiarlo, vamos a necesitar un plan de acción, es decir, qué nuevo hábito quiero adquirir, qué recompensa me moverá a hacerlo y en qué momento se iniciará el bucle.

Modificar el hábito requerirá repetir reiteradamente el nuevo bucle que queremos que se desencadene. El período de tiempo en el cual se debe repetir el bucle para que quede fijado como hábito no es fijo. Determinados hábitos simples parece que se pueden adquirir con repeticiones durante 21 días, pero hábitos más complejos pueden requerir la repetición durante algunos meses.
Del mismo modo que se produce este proceso a nivel personal, se desarrolla también a nivel organizacional. Duhigg, a partir del análisis de los hábitos de los seres humanos, los extrapola a las organizaciones a través del análisis de cuatro casos prácticos de cambios en los hábitos organizacionales: Alcoa, Starbusks, Rhode Island Hospital y Target, cambios producidos por convencimiento o porque aprovecharon un momento de crisis para reconfigurar los hábitos organizativos.

UNA MOTIVACIÓN

Necesitamos una motivación poderosa

Cambiar un hábito implica conocer cuál es su detonante y encontrar la recompensa adecuada que nos mueva a sustituirlo por otro que nos conviene más. En otro artículo en INED21 reflexionaba exactamente en el mismo sentido: Sé la persona que quieres ser. Y, para ello, piensa en todo aquello que te hace falta hacer para llegar ahí… con esos objetivos muy claros, desarrolla el hábito que necesitas para cada objetivo. Es, en gran parte, cuestión de voluntad. A lo mejor, no alcanzaremos el 100% de los objetivos, pero estaremos más cerca de lo queremos ser.

No podemos cambiar si no sabemos qué queremos cambiar.

Tampoco conseguiremos cambiar sin un motivo muy claro.

Y nadie puede decirte qué debes cambiar… es una decisión personal.

A partir de la decisión, se trata de dar pequeños pasos que te lleven a desarrollar un nuevo hábito.

Si la motivación al cambio es lo suficientemente poderosa, lo consigues.

Y, así, de repente te encuentras con cosas como que escribes cada semana, y descubres que esa presión que ejerce el hábito ha servido para conseguir uno de tus objetivos…
Los hábitos empiezan con una acción deliberada sobre un comportamiento, pero pasado un tiempo, tú ya no decides, sino que actúas en función de ese patrón de conducta que es el hábito. Por ello, si quieres hacer algo, convertirlo en hábito es la estrategia más inteligente que puedes aplicar.
Somos lo que hacemos repetidamente…

Decía Galeano, que somos lo que hacemos para cambiar lo que somos

Es curioso, cómo somos capaces de construirnos.

Hábitos… como el de escuchar música, que ayuda a hacer la vida más bonita…

Love you anymore

Doesn’t mean…

I love you anymore

 
Artículo publicado en INED21