Primera semana de septiembre… días intensivos de llamadas, mails y reuniones para planificar nuevos proyectos. Tras unos pocos días de descanso, la vuelta está siendo intensa y son muchas las organizaciones que buscan vías alternativas para activar lo que la pandemia dejó parado.
Empezamos nuevo curso, con nuevos retos. Aunque, sin duda, este no va a ser un curso como los anteriores. Veo mi agenda con la planificación de los próximos meses, con muchos proyectos y temas interesantes… y, aunque me siento muy satisfecha, no puedo evitar pensar en si realmente será posible que todo se materialice, en si pasará algo que impida alguna de esas actividades.
Nuestra vida ha perdido gran parte de previsibilidad
Nuestra vida ha perdido gran parte de esa previsibilidad a la que estábamos acostumbrados… hace un año, la agenda que tenía planificada es la que se terminó materializando. Hoy no puedo estar segura. Y no es porque no tenga todo preparado, organizado con el mismo cuidado que en años anteriores o con el mismo cariño. ¡Todo preparado! Y, en muchos casos, preparado con opción presencial y con opción online. Sin embargo, eso no garantiza que se vaya a realizar. Hoy, hay demasiadas variables que no dependen de mi para determinar qué va a ocurrir en mi trabajo en los próximos meses. Y es algo a lo que no estaba acostumbrada.
Soy una persona tremendamente organizada, necesito planificar y dejar el mínimo espacio posible a la improvisación -que siempre es necesaria en algún momento, pero mejor minimizarla-. Empiezo el curso con todo bien organizado y planificado y, a pesar de ello, con muchas dudas sobre si va a ser cómo está previsto. Y es algo con lo que es necesario convivir ahora mismo.
Como escribía hace un tiempo, la vida da muchas vueltas… así que hay que aprender a bailar al ritmo que está sonando.
Aceptar cambios y aceptar que mucho no depende de ti.
Nos hemos cansado de escuchar eso de que debes focalizar tus esfuerzos en aquello que depende de ti y no obsesionarte con aquellos que no. Pero en unas circunstancias como las actuales resulta muy difícil dejar a un lado todo eso.
Soy consciente de que soy afortunada porque esa incertidumbre afecta solo a parte de mis actividades, mientras otras siguen sin cambios. Pienso en todas esas personas que no saben cuándo van a poder trabajar, que han tenido un año sin prácticamente actividad o que deben replantearse qué hacer en los próximos meses… y es una situación francamente dura. Con una solución difícil porque te enfrentas a factores que no dependen de ti.
¿Cómo reaccionar ante lo que no depende de ti?
Extracto de mi libro “¡Vamos!”
Es lógico sentir impotencia ante lo que no depende de ti
Es complicado planificar, nuestro problema es que no sabemos qué pasará mañana. La incertidumbre nos causa ese estado de inseguridad, una incertidumbre de la que intentamos escapar, pero que indudablemente nos persigue.
La incertidumbre es una característica intrínseca en el entorno emprendedor, es necesario convivir con ella, y encontrar el modo de maximizar nuestras probabilidades de éxito a pesar de ella.
Vivimos rodeados por la incertidumbre. El futuro es más impredecible que nunca. Y ello supone no solo tolerarla o aceptarla, sino ir más allá: aprender a transformar la incertidumbre en oportunidad, buscar el poder del pensamiento positivo que propugna Martin Seligman y conseguir resultados en medio de esta incertidumbre.
Donde nada es seguro…
todo es posible
A lo largo de nuestra vida, debemos hacer frente a muchos retos habiendo llegado al límite de nuestros conocimientos. Ya no sirve repetir conceptos. En estos momentos, nuestra capacidad personal para buscar soluciones adecuadas es determinante. Las soluciones, muchas veces, no están en lo que ya sabemos o ya hemos hecho, sino que están en el terreno de lo nuevo.
Convertir incertidumbre en oportunidad no es fácil, ni es cómodo, pero existen vías para explorar opciones. En esa búsqueda, puede ser útil seguir el proceso que recomiendo a muchos emprendedores en el desarrollo de sus proyectos, aplicar la triple A: Análisis de escenarios, Aportación de valor y Acción.
I – Haz un Análisis de escenarios: cada día se confirma como más necesaria la habilidad de dibujar escenarios posibles futuros. Es algo con lo que trabajamos constantemente en entornos emprendedores y que, hoy, aplica a cualquier profesional. Suponer hipótesis y ver cómo impactan a tu actividad. Requiere de un elevado grado de concentración y de abstracción, porque lo importante no es imaginar UN escenario futuro, sino construir VARIOS escenarios posibles, de manera que se pueda analizar el impacto que pueden tener distintas variables en tu actividad.
II – Explora dónde puedes Aportar valor en esos escenarios posibles. Actualiza tu propuesta de valor, trabaja de nuevo tu modelo Canvas para ver cómo adaptarte a las nuevas circunstancias. Como ya conoces, el Modelo Canvas es una herramienta para definir y crear modelos de negocio innovadores, trabajando 9 variables: propuesta de valor, clientes, canales, relación con los clientes, fuentes de ingresos, recursos clave, actividades clave, socios clave y estructura de costos.
Sobre cómo diseñar propuestas de valor, te recomiendo el artículo de Juan Carlos Cubeiro «Cómo diseñar una compañía invencible» y, por supuesto, los libros de Osterwalder y Pygneur mencionados en el artículo. Son herramientas muy importantes en el desarrollo de tu estrategia.
III- Acción – a partir de tu propuesta de valor actualizada, debes pasar a la acción: hacer pruebas, comprobar si eso funciona… al más puro estilo Lean Startup. Ya sabes, la metodología Lean Startup fue popularizada Eric Ries y está basada en el ‘Lean Manufacturing’ de Toyota –la filosofía de producción ajustada desarrollada en los 80s–. La metodología se basa en un proceso de aprendizaje validado, que permite reducir el riesgo a la hora de lanzar un producto o servicio innovador al mercado. El principio es que todo parte de una idea que se debe validar en el mercado, para lo cual se crea un prototipo denominado producto mínimo viable para testearlo, el objetivo es poder medir los resultados para aprender, insistir en lo que funciona o pivotar e incluso abandonar en lo que no funciona.
Cualquiera que sea el proyecto que quieras impulsar, no es necesario esperar a tener una definición perfecta del mismo para ejecutarlo, haz algo que funcione… y adáptalo después.
No esperes a tener algo perfecto para llevarlo a la práctica.
Lo que funciona es hacer, probar y adaptar.
Con estos tres pasos, habrás preparado opciones para el nuevo escenario. No garantiza el éxito en tus objetivos, pero no adaptarse y no hacer nada garantiza el fracaso. Y muchas veces, el resultado no es inmediato, toca esperar a que llegue. Los momentos de cambio son tremendamente complicados, porque todavía no ha desaparecido del todo lo que había hasta ahora, ni ha emergido en su totalidad lo nuevo. Toca construirlo y aceptar que no será exactamente cómo tu querrías que fuese ni irá a la velocidad que a ti te gustaría.
Toca estar preparad@ para cambiar, para aportar… siendo consciente, a la vez, de lo que no depende de ti.
Aceptar la parte injusta de la vida…
Toca prepararse, y aceptar.
Si, toca aceptar también la parte injusta de la vida…
El tiempo dará la perspectiva para entenderlo todo…
Vivir implica aceptar y no esquivar todo lo que te va llegando… disfrutar los buenos momentos, agradecer cada detalle, encajar golpes inesperados y aceptar que, a veces, duele.
Hoy, la canción es la que se ha empeñado en sonar esta semana en mi coche, una versión muy tranquila que suena a este verano que ya termina…
tranquilidad para afrontar un año que, sin duda, va a ser complicado
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