El aprendizaje de la serenidad

 

Vivimos a toda velocidad, con urgencias constantes, con poco tiempo para parar, con mucho por hacer cada día… Solemos vivir desde la impaciencia, las prisas y el estrés que nos produce el ritmo de vida que nos imponemos.

Sin embargo, en ocasiones, la vida te para un momento. Y pone ante ti una mala noticia, o una circunstancia difícil o inesperada que, de repente, te hace relativizar todo el resto.

 

La respuesta a los momentos complicados

La respuesta instintiva es, muchas veces, el bloqueo.

Ante una mala noticia, te asustas, tienes miedo…

Ante una mala noticia, afloran determinadas emociones y determinados estados de ánimo. Saber gestionarlos requiere de una gran capacidad de calma y control.

Las emociones y los estados de ánimo son las respuestas que da nuestro cuerpo a señales que proceden del exterior. Disponemos de un sistema neuroquímico que funciona para ayudarnos a reaccionar a lo que sucede.

Los estados de ánimo son el indicador de nuestra relación con el mundo.

 

Los estados de ánimo

Los estados de ánimo son el reflejo en tu interior de lo que estás viviendo en tu vida y no son puntuales, sino que suelen durar un período de tiempo relativamente largo.

Robert Thayer -psicólogo reconocido internacionalmente en esta área- los definió como una relación entre dos variables: energía y tensión. Según su teoría, el estado de ánimo se ubica entre un estado energético (cansado o activo) y un estado referido al nivel de nerviosismo (calmado o tenso), considerando el “mejor estado” al calmado-energético y el “peor”, al estado tenso-cansado.

Vivimos estados de ánimo positivos y negativos y es importante saber que necesitamos de ambos. Reprimir los estados de ánimo negativos (por ejemplo, cuando te dicen “no llores”) no conduce a un estado de ánimo positivo. Los estados de ánimo positivos y negativos son relativamente independientes entre sí. Los expertos coinciden en que hay que pasar por ellos, y que conviven ambos -los positivos y los negativos-.

Cristophe André -médico psiquiatra, autor de diversos libros como “La fuerza de las emociones”- explica que podemos clasificar cómo nos encontramos en función de si tenemos más o menos estados de ánimo positivos y negativos. Lo resume en la siguiente matriz de doble entrada:

  • Cuando tenemos numerosos estados de ánimo negativos y pocos estados de ánimo positivos, estamos en una situación de sufrimiento psicológico -como depresión o ansiedad-
  • Cuando tenemos numerosos estados de ánimo negativos y numerosos estados de ánimo positivos, estamos en una situación de tensión
  • Cuando tenemos escasos estados de ánimo negativos y escasos estados de ánimo positivos, estamos en una situación de apatía
  • Y cuando tenemos escasos estados de ánimo negativos y numerosos estados de ánimo positivos, estamos en una situación de bienestar.

Por tanto, vemos como siempre se cruzan unos y otros.

Debemos aceptar ambos, aunque siendo muy conscientes de que solemos acentuar lo negativo. La detección de lo negativo siempre es más acentuada que de lo positivo, por un instinto de conservación y de supervivencia de nuestro cerebro. Por tanto, sabemos que debemos enfrentarnos a ese sesgo que nos lleva hacia lo negativo y, por ello, esforzarnos por conducirnos hacia lo positivo.

 

Aspirar a la serenidad

La respuesta que damos a las situaciones críticas no puede ser el bloqueo.

Vamos a sentirnos mal ante ellas, es normal. Debemos ser conscientes de nuestras emociones, aceptarlas y, a partir de ahí, actuar para solucionar sea lo que sea que nos ocurra. Y conseguirlo supone alcanzar la serenidad. La serenidad tiene que ver con relajare, calmarse y actuar con tranquilidad. 

Si analizamos cada obstáculo con serenidad, descubriremos que sólo es un escalón más para seguir avanzando.

Todos recibimos alguna mala noticia, todos vivimos algún momento difícil… no bloquearte ante ello es fundamental. No puedes negar la realidad, no puedes esconderla y tampoco sirve magnificarla y darle vueltas en tu cabeza sin parar.

Ante los problemas, tu cuerpo se estresa y se activan automáticamente determinados estados de ánimo. Cuanto mayor sea la ansiedad, la angustia o el miedo, menor será el control. Y ahí es donde debes hacer un esfuerzo para transitar hacia la serenidad.

Alcanzar la serenidad no es fácil, pero hay que esforzarse por conseguirla.

Vivir implica aceptar y no esquivar

todo lo que te va llegando…

disfrutar los buenos momentos,

agradecer cada detalle, encajar golpes inesperados

y aceptar que, a veces, duele

No hay fórmulas infalibles que te aseguren controlar este tipo de situaciones y conseguir serenidad, pero me atrevo a compartir contigo dos propuestas que pueden ayudar mucho:

  • La práctica de la meditación: sabemos que nuestra mente tiene miles de pensamientos todos los días y que raramente paramos. Es conveniente buscar la paz interior que necesitamos, y ésta se puede conseguir a través de la meditación Puedes practicar meditación en casa o dónde mejor te parezca, tan solo necesitas un rincón tranquilo y unos minutos de tiempo. Numerosos estudios científicos muestran sus ventajas, como un estudio de la Universidad Johns Hopkins, que demostró que la meditación proporciona un alivio similar al constatado con antidepresivos en otros estudios.

   La meditación nos ayuda a autorregular los pensamientos, calmar la mente y focalizar el presente.

  • Y rodearte de personas que te apoyen, te ayuden o, simplemente, te acompañen y estén a tu lado. No afrontes sol@ aquello que te angustia o te preocupa. Yo tengo la suerte de tener a alguien extraordinario a mi lado cuando el miedo me invade, mi agradecimiento de corazón a Anna esta semana. Todo lo malo es ‘menos malo’ en compañía de esas personas maravillosas que nos acompañan… 

 

By your side…

And if you want to cry
I am here to dry your eyes
and in no time…  you’ll be fine

.