Planifica… pero deja sitio a lo imprevisto

 

 

Seguimos en el mes del descanso por excelencia.

Un mes que te deja el espacio para reflexionar sobre lo que va a venir, para profundizar en temas que el día a día no te deja tiempo y para empezar a planificar todo lo que va a venir a partir de septiembre.

 

La magia de planificar

Me entusiasman los inicios. Soy una persona que se ilusiona ante nuevos proyectos… Empezar algo nuevo es emocionante, estimulante y energético.
Y estos días, absolutamente entusiasmada con mis nuevos proyectos para el próximo curso, con unas ganas enormes de que empiecen a caminar …  Los inicios dan esta energía.
Sin embargo, hay que ir con cuidado con los inicios de los proyectos. Lo digo mil veces al tutorizar proyectos emprendedores, porque lo veo todos los días: las personas nos entusiasmamos con nuestros proyectos, nos enamoramos de ellos y pensamos que no hay otro igual. Y eso está bien, es bueno poner entusiasmo, poner pasión a un nuevo principio, pero los extremos no suelen ser buenos.
La virtud está en el término medio, ya sabes, Aristóteles identifica la «virtud» (areté) con el hábito de actuar según el «justo término medio» entre dos actitudes extremas, a las cuales denomina «vicios».
Ante un nuevo proyecto, lo óptimo es no idealizarlo, ni esperar que el resultado sea ‘lo más de lo más’… lo idealizamos sin darnos cuenta, pero conviene poner los pies en el suelo y escapar un poquito de esa visión. Porque las expectativas juegan en nuestra contra, y si ponemos las expectativas muy altas, es fácil que nos decepcionemos si no conseguimos llegar a ese nivel.

Pero los nuevos proyectos hay que planificarlos.

La preparación es fundamental. Si quieres que pase algo, tienes que poner los medios para facilitarlo. Las cosas no suceden solas, tienes que empujarlas.

La planificación es necesaria…

los buenos momentos y los grandes proyectos se deben construir,

porque los malos ya vienen solos.

 

¿Quieres que suceda?

Si quieres que suceda algo, deberás poner el máximo de tu parte.

Preparar todo lo que haya que preparar.

Trabajar duro.

Aunque no todas las culturas lo ven así.

En nuestra cultura, cuando te enfrentas a un reto importante, a algo que realmente te importa ¿qué te dicen?

Te animan con expresiones del tipo “¡que haya suerte!”. Como si el hecho de conseguir lo que quieres fuera algo aleatorio, como si no dependiera de la persona… Algo así como decir que debe darse una conjunción de astros favorable para que las cosas salgan bien.

En otras culturas es diferente. En Japón, ante un reto importante, te desearían Ganbatte, una expresión que significa “¡esfuérzate al máximo!”. Como explica Francesc Miralles en su artículo “El secreto oriental para superar la crisis”, la postura oriental es radicalmente diferente a la nuestra.

Como indica Miralles, el consejo que le dio a Kamala Harris su madre fue: “no te quedes de brazos cruzados mientras te quejas de las cosas; haz algo”.

Y esa es la clave, sin duda.

Hacer.

Esfuérzate, planifica, da lo mejor de ti.

 

Y, por supuesto, deja sitio a lo imprevisto

Pero, siempre, siempre deja sitio a lo imprevisto.

Algo que tengo claro desde hace muchos años.

No todo sale cómo tú esperas… y, muchas veces, eso es lo mejor que te puede pasar.

Acepta lo imprevisto.

Vivir implica aceptar y no esquivar todo lo que va llegando.

Y es que, para abrir nuevos caminos, primero deberás perderte muchas veces…

permítete perderte

 

Perderme….

Y aunque, tal vez,

ya estoy grande

pa’ cuentos de hadas…

 

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