Los seres humanos somos seres de costumbres.
Se calcula que cada día tenemos unos 60.000 pensamientos, de los cuales el 90% son exactamente iguales a los del día anterior o de la semana anterior.
Respecto a nuestros actos, el 40% son rutinas que se han ido integrando en nuestro comportamiento (según estudios de la Duke University).
En resumen, que vivimos en una especie de ‘día de la marmota‘ perpetuo, sin ni siquiera ser conscientes de ello. Repetimos, día tras día, la gran mayoría de nuestros pensamientos y también de nuestros actos. Ello es así porque desarrollamos hábitos, que quedan muy arraigados en nuestro cerebro. Los hábitos tienen un poder extraordinario y hacen que el cerebro actúen en ‘modo automático‘ y excluya todo lo demás, incluido el sentido común.
Podemos crear hábitos positivos (el de leer un rato todos los días, el de sonreír,.. ) o hábitos negativos (como procrastinar, fumar, …) y lo interesante es que depende solo de nosotr@s y, además, tenemos el poder de actuar sobre ellos y modificarlos.
Desarrollar un hábito positivo puede hacernos más felices o puede contribuir a establecer prácticas que nos lleven a mejorar nuestra vida. Todos acabamos desarrollando hábitos nuevos, si realmente queremos, por ejemplo cuando decidimos introducir el hábito de hacer ejercicio físico con regularidad o, en mi caso concreto, el hábito de dedicar unas horas todos los domingos a escribir, que surge ya de modo automático, sin pensar, me obliga a concentrarme unas horas y reporta su recompensa con el tiempo -nada es inmediato-, cuando veo cómo mis artículos son utilizados por otras personas y los citan, mi agradecimiento siempre a quiénes lo hacéis y hoy especialmente a Paty Luque por rescatar mi post «Entrena tu inteligencia emprendedora»  y a Dolores Álvarez por citarme en su artículo «El fuego de las emociones enciende la memoria«.
Pero, para desarrollar nuevos hábitos o para modificar los existentes, es necesario conocer cómo funcionan los hábitos.
Los hábitos
Un hábito es una conducta que se repite en el tiempo de modo sistemático. Un hábito no es una mera conducta asidua, sino que se convierte en un automatismo y presenta un grado de regularidad que hace que se confunda con la vida de la persona que lo ostenta.
En los últimos años, los avances en neurología y psicología nos han permitido entender cómo funcionan los hábitos, que es posible modificarlos, aplicarlos de forma constructiva y obtener un mejor rendimiento, en nuestra vida personal o profesional.
El ciclo de un hábito comienza en el momento en que las decisiones que tomamos de forma deliberada se repiten con tanta frecuencia que ya no decidimos, simplemente hacemos. El cerebro está programado para ahorrar esfuerzos y convierte situaciones ya vividas con frecuencia en rutinas.
Así, por ejemplo, el primer día de trabajo de una persona implica tomar una serie de decisiones: a qué hora levantarse, cómo ir hasta el trabajo, qué tipo de ropa ponerse, …. Sin embargo, transcurridos unos días, todas estas decisiones se convierten en hábitos que la persona tiene todos los días y que ya no cuestiona.
El poder de los hábitos es enorme. Y es necesario controlar los hábitos, especialmente desde el momento que el cerebro no distingue entre buenos y malos hábitos. Los hábitos empiezan con una acción deliberada sobre un comportamiento, pero pasado un tiempo, la persona ya no decide, sino que actúa en función de ese patrón de conducta que es el hábito. Por ello, es necesario ser conscientes de nuestros hábitos y eliminar aquellos que son negativos, conocer cómo se generan y cómo podemos cambiarlos.
Charles Duhigg, periodista de investigación de The New York Times, lo expone en su libro «The Power of Habit», donde no se limita a divulgar cómo funcionan los hábitos, sino que hace un planteamiento práctico en el que propone el reto de cambiarlos, no solo a nivel individual de cada persona, sino también en las organizaciones, en las que también se desarrollan hábitos de comportamiento.

Claves para cambiar un hábito
Los hábitos se generan para ahorrar esfuerzo. Un cerebro eficiente deja de pensar en las conductas básicas y repetitivas, para centrarse en otras más intelectuales. Es decir, el cerebro le cede el control al hábito. De ahí la importancia de los mismos.
Los hábitos se generan en nuestra vida diaria y también las organizaciones siguen un patrón similar, se adoptan hábitos. Esta realidad obliga a prestar atención a detectar qué partes de sus procesos están vinculadas a hábitos. En el ámbito empresarial, los buenos o malos hábitos se traducen en altos o bajos niveles de absentismo, en alta o baja productividad, …
Diversos estudios en neurología han permitido comprender por qué algunas personas pueden modificar sus hábitos, mientras que otras no lo consiguen. Duhigg resume el modo de reeducar un hábito en cuatro pasos a seguir. Primero es necesario conocer cómo funciona el hábito a modificar para poder actuar sobre el mismo, la modificación es un proceso largo y con una cierta complejidad, pero muy factible.
 

 
1- Identificar la rutina
Existe un bucle neurológico que es la base de todo hábito, compuesto por tres elementos: la señal, la rutina y la recompensa. La señal es el desencadenante que transmite al cerebro qué habito debe usar. La rutina es el hábito en sí mismo y la recompensa ayuda al cerebro a decidir si merece la pena recordar el bucle o no.
El primer paso imprescindible es identificar el hábito, conocer que se produce automáticamente, ya que muchos hábitos pasan desapercibidos en nuestro día a día.
2- Experimentar con recompensas
Es necesario percibir la razón última que nos mueve a hacer algo. Las recompensas pueden dirigir el comportamiento y por ello, es bueno conocer qué recompensas nos pueden ayudar a modificar un hábito.
3- Aislar el detonante del hábito
Es difícil identificar el origen de un comportamiento, pero debemos conocer cuál es el detonante que hace que se desencadene el hábito. Si queremos cambiar el hábito, es imprescindible conocer qué hecho lo origina.
4- Planificar
Cuando ya hemos identificado el bucle del hábito, es el momento en que podemos comenzar a modificarlo, Para cambiarlo, vamos a necesitar un plan de acción, es decir, qué nuevo hábito quiero adquirir, qué recompensa me moverá a hacerlo y en qué momento se iniciará el bucle.
 
Modificar el hábito requerirá repetir reiteradamente el nuevo bucle que queremos que se desencadene. El período de tiempo en el cual se debe repetir el bucle para que quede fijado como hábito no es fijo. Determinados hábitos simples parece que se pueden adquirir con repeticiones durante 21 días, pero hábitos más complejos pueden requerir la repetición durante algunos meses.
Del mismo modo que se produce este proceso a nivel personal, se desarrolla también a nivel organizacional. Duhigg, a partir del análisis de los hábitos de los seres humanos, los extrapola a las organizaciones a través del análisis de cuatro casos prácticos de cambios en los hábitos organizacionales: Alcoa, Starbusks, Rhode Island Hospital y Target,  cambios producidos por convencimiento o porque aprovecharon un momento de crisis para reconfigurar los hábitos organizativos.
Cambiar un hábito implica conocer cuál es su detonante y encontrar la recompensa adecuada que nos mueva a sustituirlo por otro que nos conviene más.  No se trata de un proceso sencillo y requiere de confianza en un@ mism@ y en la capacidad para cambiar. A partir de ahí, dar pequeños pasos que nos lleven a desarrollar un nuevo hábito. Si la motivación al cambio es lo suficientemente poderosa, se consigue modificar el hábito. O sea, que no vale aquello de que «es que yo soy así«… simplemente somos lo que hacemos repetidamente, y eso depende únicamente de nosostr@s.