Existen detalles de los que no nos damos cuenta
Cosas que pasan en nuestra vida y que, sin embargo, no percibimos. Hasta que un día alguien te lo comenta y empiezas a pensar en ello
Detalles como que no te valoras o que, sencillamente, te quieres poquito… y eso impacta en tu vida.


Alguien te lo comenta un  día: «deberías quererte más» y, de entrada, piensas que no es cierto… ¿cómo no me voy a querer? ¡Qué tontería!
Sin embargo, cuando te detienes un momento, te pones a pensar, y empiezas a darte cuenta de que algo de eso es verdad… Les preguntas a tus mejores amigos qué opinan al respecto, y van y te responden lo mismo: «te valoras poco», «tu lenguaje contigo misma es negativo»,… Y ahí ya empiezas a pensar que si todos opinan igual, tal vez, es que tienen razón.
Es un problema más general de lo que parece: nos queremos poco, valoramos poco nuestras fortalezas e infravaloramos el poder que tenemos.
Probablemente tenga un componente cultural. Nos han inculcado un concepto de modestia y una tendencia a la uniformidad que acaba por minar nuestra autoestima. Conocemos muy bien nuestros defectos, pero ¿por qué no conocemos nuestras fortalezas? Tendemos a enfatizar más en lo negativo que en lo positivo, y profundizamos poco en nuestras diferencias, porque generalmente las intentamos esconder y nos esforzamos por parecer igual al resto del mundo…

De hecho, este modelo también se suele repetir en la escuela, cuando en las aulas deberíamos ser conscientes de que cada persona es diferente y considerar a cada alumno como un ser único, que no recibe ni exterioriza la información de la misma manera que el resto, que no es igual al resto de alumnos y cuyas diferencias pueden ser un valor muy importante. Deberíamos ayudar a nuestr@s alumn@s aponerse en valor, a activar su autoconfianza, igual que deberíamos hacerlo con nosotr@s mism@s.

EN QUÉ SOMOS BUENOS

Conocer en qué somos buenos,

el primer paso de la autoconfianza…


Deberíamos esforzamos por mejorar nuestra autoconfianza. Algo que, a la mayoría, nos resulta complicado. Se nota en muchos pequeños detalles. Por poner un ejemplo, hace pocos días, tras una sesión de formación que impartí, me felicitaron efusivamente y me dijeron que les había encantado mi enfoque del tema.
Me encontré a mi misma en la sala, ante un grupo de personas encantadoras, absolutamente incapaz de aceptar el halago, diciendo lo típico de «qué va, sois muy diplomáticos…». Reconozco que este tipo de comentarios me hacen sentir muy feliz, pero me incomoda no saber qué contestar. ¿Por qué no somos capaces de aceptar un piropo?
 
La autoconfianza es un pilar fundamental en nuestro equilibrio emocional. La autoconfianza debe ser un motor que te impulse a perseguir tus metas, que te aporte seguridad y valor para afrontar los problemas y te permita la iniciativa necesaria para arrancar nuevos proyectos.

AUTOCONFIANZA

Activa la autoconfianza

¿Cómo vas atreverte a hacer cosas si no confías en ti? El sentido de la iniciativa no se activa si no hay autoconfianza.  Y como yo he detectado un cierto déficit, me he preocupado de buscar de qué modo puedo aumentar esa autoconfianza… de entrada, me aparecen 5 sencillos pasos que pueden ayudarnos a mejorarla:

I

Haz una lista de lo que haces bien

Te machacas recordando las críticas o las cosas que haces mal y te olvidas de recordar tus puntos fuertes y tus fortalezas. Dale la vuelta. Busca dónde anotar y haz una lista de lo que haces bien. Si te cuesta completarla –es probable que te ocurra– pide ayuda, a tus amigos, a tu familia, a gente que trabaja contigo… te sorprenderás de lo que dicen de ti y vas a tener que reconocer que es cierto. Cuando tengas la lista, recuérdala.

II

Acepta elogios

Muchas personas encontramos difícil aceptar un elogio. Pero debemos aprender a aceptarlo, porque un elogio es un regalo que nos ofrece la persona que elogia. Cuando alguien te felicite, respira y simplemente di «gracias» a la persona que te ha elogiado. Recuerda decirlo con una sonrisa sincera. Si elogian algo que has hecho bien, por lo que te has esforzado, sabes que el elogio es merecido.

III

Prémiate

Premia tus avances y tus logros. ¿Cómo? Empieza por pensar en pequeñas cosas agradables que te hacen sentir bien. No se trata de poner grandes cosas, sino pequeños placeres cotidianos, del tipo irme a correr una hora, desconectar un rato para escuchar música sin interrupciones, ir a darme un masaje…
Estos premios son los que debes concederte cada vez que logres hacer algo que querías hacer. Plantéate pequeños objetivos, pasos que te van llevando a conseguir lo que quieres y asegúrate de premiarte con cada paso conseguido.
Lo ideal es escribirlo. Si escribes hoy los pasos que debes seguir para llegar a tus objetivos, es mucho más fácil realizar el seguimiento de tus objetivos y te permitirá premiarte con cada paso conseguido.
Reconozco que yo soy muy fan de las listas, lo apunto todo… creo que es un hábito que adquirí en mi época en Arthur Andersen, con las famosas listas de TO DO. Pero es que, si no lo anotases fácil que no valores lo que vas consiguiendo y te parezca siempre que te queda todo por hacer. Escribe lo que debes hacer y verás como ayuda el ver que lo has conseguido. La motivación es fundamental en el logro.

IV

Acuérdate de ti

Está bien preocuparse por los demás, vivir para tu familia, ayudar a tus hij@s, apoyar a l@s amig@s… pero si siempre estás pendiente de los demás y de satisfacerles corres un riesgo: de insatisfacción. Esta semana me recordaba Álex que solo puedes hacer felices a los demás si tú eres feliz, que debería buscar un poco de tiempo para mí –tengo que grabarme esto en la mente–… Cuesta ponerlo en práctica.
Recuerdo haber leído a mi maravillosa amiga Yolanda «un día, nos damos cuenta de que solo damos y no recibimos…». No permitas que eso pase, hay momentos para dar y momentos para recibir. Piensa también en ti. Para ocuparte de los demás, primero debes ocuparte de ti mism@.

V

Aprende a gustarte

Deberíamos aprender del mundo de los niños… los niños se gustan. Ven sus propias virtudes. Se encuentran guap@s. Sin embargo, los adultos, en algún momento dejamos de gustarnos. Piensa, ¿en qué momento dejaste de gustarte? En algún momento de tu vida, dejaste de poner una sonrisa para la foto y empezaste a esconderte, dejaste de mirar cómo sonríes ante el espejo… Probablemente, porque te dijeron que eso no se hace, porque criticaron tu coquetería, porque te hicieron creer que eso no está bien…

Yo me di cuenta hace relativamente poco tiempo. Cuando me hice mi página web, debía poner una foto mía. Busqué fotos y descubrí que hacía tiempo que no tenía, salía solo en fotos con mis peques, en fotos de grupo… Habían pasado unos años en los que Marta por sí sola no estaba. Porque hay etapas en las que solo te preocupas de los demás y te olvidas de que tú también existes. Y creo que no soy la única a quién le ha pasado.

SONRISA ON

Modo sonrisa, ON

Decide tú mism@ si vas a poner sonrisa en la foto. Es más, decide tú mism@ cuándo te tomas una foto. Levanta la cámara y sonríe, porque sí, porque te apetece, sin cortarte… y mira la foto, porque vas a descubrirte.

Porque después de un tiempo sin verte, seguro que vas a encontrar más arrugas o más ojeras, pero vas descubrir también que tienes los ojos bonitos, o que te gusta tu sonrisa, o… ¡qué sé yo!, que con arrugas molas más de lo que creías. Será cuestión de que aprendas a quererte

Quiérete…

y deja que los demás opinen lo que quieran

quiérete…

permítete un capricho

sonríe…

enamórate de ti

y después de quién quieras…

quiérete…

te vas a necesitar

Love myself

 
Artículo publicado en INED21