Nunca piensas que te puede tocar estar donde se comete un atentado terrorista.
Siempre pensamos que es algo que les sucede a los demás.
La probabilidad de que yo estuviera en las Ramblas el pasado jueves por la tarde era casi cero. Las Ramblas de Barcelona es una zona turística que no suelo frecuentar. Sin embargo, el jueves por la tarde estaba en Barcelona, en la zona de Diagonal con Paseo de Gracia y decidí bajar hasta Plaza Cataluña.
Hacía una tarde preciosa, el Paseo de Gracia estaba perfecto, hacía sol, ambiente tranquilo, muchas familias paseando… Y una vez en Plaza Catalunya, me animé a ir hacia las Ramblas, he ido muy pocas veces a pasear por allí, pero estuve la semana anterior y me gustó ese ambiente de vacaciones. Así que decidí ir hacia las Ramblas, hice el primer tramo y giré a la izquierda, en la calle Santa Ana, para ir a tomar un café en una cafetería encantadora que descubrí la semana anterior. Era un poco antes de las 5 de la tarde y, justo cuando me desvié a la izquierda, una  furgoneta empezó a bajar por las Ramblas, atropellando a quien encontraba a su paso…
Antes de que tuviera tiempo de pensar, la gente empezó a correr y a empujar y me encontré refugiándome en una zapatería; nadie allí sabía qué estaba pasando exactamente, pero habíamos visto que había heridos y fallecidos… Cuando empezó a llegar la policía y las ambulancias, decidí salir de allí para subir hacia la Diagonal. Hice lo que no debía, porque unos metros más arriba volvía a ocurrir algo que provocó de nuevo que la gente corriera y se escondieran donde podían… Yo acabé en un bar cafetería, corriendo al lado de una chica con una niña pequeña que no paraba de llorar y una señora extranjera que estaba en shock

Mil cosas

por la cabeza

Nos escondimos donde pudimos. Yo estuve encerrada en un armario de la cocina durante casi una hora, con otros dos adultos y cinco niños. Teníamos miedo… Se producían estampidas de vez en cuando, cualquier cosa podía desatar el terror… un grito, una persona que perdiera los nervios…
En circunstancias como esas, en medio de la confusión y sin saber qué va a pasar, te pasan mil cosas por la cabeza, inevitablemente pensé en las personas que quiero y en las cosas que verdaderamente importan… La espera se hizo eterna. A través del móvil teníamos noticias de lo que iba sucediendo –aunque, por supuesto, no todo lo que circulaba por las redes era cierto–.

El miedo nos hace sentir nuestra humanidad

Benjamin Disraeli

Gestionar

el miedo

La facilidad con la que se puede producir una situación así la convierte en altamente imprevisible; por ello, vale la pena reflexionar sobre cómo se debe actuar ante una situación de emergencia; especialmente, si tenemos en cuenta que no hay dos situaciones idénticas y que cada situación presenta sus especificidades. Son situaciones en las que es necesario controlar el miedo. Ante el desconcierto inicial, aparece la necesidad de información. El impulso masivo fue el de consultar las redes sociales, creo que la red social que mejor funcionó fue Twitter, a través  de las cuentas oficiales de las fuerzas de seguridad –es importante buscar fuentes serias y contrastadas– se fueron dando indicaciones como la de permanecer en los locales y no salir hasta nuevo aviso. Convenía estar atentos también a lo que sucedía a nuestro alrededor, por si había ataques adicionales, las noticias eran confusas.
Y con la información de que disponíamos, la norma general que siempre debería regir es la de actuar con lógica –lo cual conlleva actuar con prudencia, evitar situaciones de pánico, ofrecer ayuda a quién la necesite y, por supuesto, en el caso de las Ramblas, donde la imagen de personas heridas y fallecidas era terrible, respetar a las víctimas y no difundir esas imágenes… el móvil no estaba para eso, o no debería haber estado para eso…–.
En momentos de tensión extrema es difícil mantener la calma, pero es necesario. Había personas llorando, algunas con ataques de ansiedad, especialmente, quienes iban con niños pequeños; y, simplemente, hablar con ellas para tranquilizarlas ayudaba a todos a buscar una cierta «normalidad» en ese momento.
Los niños preguntaban por qué estaba pasando eso… y, sinceramente, no sé cuál es la respuesta. A mí me resulta imposible comprender cómo puede alguien matar de ese modo, viendo que son familias con niños… Eran momentos de contener el miedo, esa emoción tan personal, pero que se contagia tan rápidamente. No podemos elegir tener miedo o no –en un momento así, el miedo es absolutamente inevitable–, pero sí debemos reaccionar racionalizando la situación y actuando con lógica.

El hombre valiente no es el que no siente

miedo, sino aquel que conquista ese miedo

Nelson Mandela

Lo que de verdad

importa…

Cuando, por fin, pude salir de la zona de peligro, me puse a llorar. Era miedo, mezclado con rabia y el alivio de no haber sido protagonista de la noticia, de haber tenido la suerte de escapar. El miedo, la ansiedad… demuestran nuestra vulnerabilidad, y debemos aprender a soportarlo y convivir con ellos. La única fórmula para apartar el miedo es el amor.
Mandé dos mensajes con un «te quiero»,
en las Ramblas quedaban algunas personas que ya no podrían hacerlo…
Ante la barbarie, la gran labor de los cuerpos de seguridad y la esperanza de la solidaridad… personas ayudando, hoteles abriendo sus puertas para afectados, gente donando sangre… y un grito que se ha hecho unánime «no tengo miedo».

El antídoto del miedo es el amor

Mario Alonso Puig

Artículo publicado en INED21