Somos lo que hacemos repetidamente.
La excelencia no es un acto, sino un hábito
Aristóteles
 

Artículo publicado en INED21
Sin darnos cuenta, los hábitos se instalan en nuestra vida. Repetimos muchas acciones de forma inconsciente. Se calcula que cada día tenemos unos 60.000 pensamientos, de los cuales el 90% son exactamente iguales a los del día anterior o de la semana anterior. Respecto a nuestros actos, el 40% son rutinas que se han ido integrando en nuestro comportamiento, según estudios de la Duke University.
Repetimos, día tras día, la gran mayoría de nuestros pensamientos y también de nuestros actos. En resumen, vivimos en una especie de día de la marmota, sin ni siquiera ser conscientes de ello. Ello es así porque desarrollamos hábitos, acciones repetitivas que quedan muy arraigadas en nuestro cerebro.
Los hábitos tienen un poder extraordinario y hacen que el cerebro
actúe en ‘modo automático‘ y excluya todo lo demás,
incluido el sentido común.
ACTUAR AUTOMATICAMENTE
Uno de los cuentos de Jorge Bucay, el del elefante, es una buena muestra de lo que sucede con los hábitos.

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante… durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales. Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye?
Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante… Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?»…
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jorge Bucay

 
Esta es la gran fuerza de los hábitos. Nos llevan a actuar automáticamente, sin pensar, sin darnos cuenta de que es posible hacer las cosas de otro modo o de que las circunstancias han cambiado. 
Por ello, es muy importante ser conscientes de la fuerza que ejercen los hábitos en nuestra vida y saber que es posible crear hábitos nuevos y/o modificarlos. Desarrollar un hábito positivo puede hacernos más felices o puede contribuir a establecer prácticas que nos lleven a mejorar nuestra vida. Todos acabamos desarrollando hábitos nuevos, si realmente queremos, por ejemplo, cuando decidimos introducir el hábito de hacer ejercicio físico con regularidad.

Nuestr@s alumn@s deben conocer también el enorme impacto que pueden tener los hábitos en su vida y cómo pueden ayudarles en su desarrollo, no solo intelectual, sino también personal.
Para desarrollar nuevos hábitos o para modificar los existentes, es necesario conocer cómo funcionan.

LOS HÁBITOS
Un hábito es una conducta que se repite en el tiempo de modo sistemático. Un hábito no es una mera conducta asidua, sino que se convierte en un automatismo y presenta un grado de regularidad que hace que se confunda con la vida de la persona que lo ostenta.
En los últimos años, los avances en neurología y psicología nos han permitido entender cómo funcionan los hábitos, que es posible modificarlos, aplicarlos de forma constructiva y obtener un mejor rendimiento, en nuestra vida personal o profesional.

El ciclo de un hábito comienza en el momento en que las decisiones que tomamos de forma deliberada se repiten con tanta frecuencia que ya no decidimos, simplemente hacemos. El cerebro está programado para ahorrar esfuerzos y convierte situaciones ya vividas con frecuencia en rutinas.

Así, por ejemplo, el primer día de trabajo de una persona implica tomar una serie de decisiones: a qué hora levantarse, cómo ir hasta el trabajo, qué tipo de ropa ponerse… Sin embargo, transcurridos unos días, todas estas decisiones se convierten en hábitos que la persona tiene todos los días y que ya no cuestiona.

El poder de los hábitos es enorme. Y es necesario controlar los hábitos, especialmente desde el momento que el cerebro no distingue entre buenos y malos hábitos.

Los hábitos empiezan con una acción deliberada sobre un comportamiento, pero pasado un tiempo, la persona ya no decide, sino que actúa en función de ese patrón de conducta que es el hábito. Por ello, es necesario ser conscientes de nuestros hábitos y eliminar aquellos que son negativos, conocer cómo se generan y cómo podemos cambiarlos.
Charles Duhigg, periodista de investigación de The New York Times, lo expone en su libro “The Power of Habit”, donde no se limita a divulgar cómo funcionan los hábitos, sino que hace un planteamiento práctico en el que propone el reto de cambiarlos, no solo a nivel individual de cada persona, sino también en las organizaciones, en las que también se desarrollan hábitos de comportamiento.
CLAVES PARA CAMBIAR UN HÁBITO
Los hábitos se generan para ahorrar esfuerzo. Un cerebro eficiente deja de pensar en las conductas básicas y repetitivas, para centrarse en otras más intelectuales. Es decir, el cerebro le cede el control al hábito. De ahí la importancia de los mismos.
Los hábitos se generan en nuestra vida diaria y también las organizaciones siguen un patrón similar, se adoptan hábitos. Esta realidad obliga a prestar atención a detectar qué partes de sus procesos están vinculadas a hábitos. En el ámbito empresarial, los buenos o malos hábitos se traducen en altos o bajos niveles de absentismo, en alta o baja productividad…

Diversos estudios en neurología han permitido comprender por qué algunas personas pueden modificar sus hábitos, mientras que otras no lo consiguen. Duhigg resume el modo de reeducar un hábito en cuatro pasos a seguir. Primero, es necesario conocer cómo funciona el hábito a modificar para poder actuar sobre el mismo, la modificación es un proceso largo y con una cierta complejidad, pero muy factible.
 

1
Identificar la rutina
Existe un bucle neurológico que es la base de todo hábito, compuesto por tres elementos: la señalla rutina y la recompensa.
La señal: es el desencadenante que transmite al cerebro qué habito debe usar.
La rutina: es el hábito en sí mismo.
La recompensa: ayuda al cerebro a decidir si merece la pena recordar el bucle o no.
El primer paso imprescindible es identificar el hábito, conocer que se produce automáticamente, ya que muchos hábitos pasan desapercibidos en nuestro día a día.
 
2
Experimentar con recompensas
Es necesario percibir la razón última que nos mueve a hacer algo. Las recompensas pueden dirigir el comportamiento y, por ello, es bueno conocer qué recompensas nos pueden ayudar a modificar un hábito.
 
3
Aislar el detonante del hábito
Es difícil identificar el origen de un comportamiento, pero debemos conocer cuál es el detonante que hace que se desencadene el hábito. Si queremos cambiar el hábito, es imprescindible conocer qué hecho lo origina.
 
4
Planificar
Cuando ya hemos identificado el bucle del hábito, es el momento en que podemos comenzar a modificarlo. Para cambiarlo, vamos a necesitar un plan de acción, es decir, qué nuevo hábito quiero adquirir, qué recompensa me moverá a hacerlo y en qué momento se iniciará el bucle.
Modificar el hábito requerirá repetir reiteradamente el nuevo bucle que queremos que se desencadene. El período de tiempo en el cual se debe repetir el bucle para que quede fijado como hábito no es fijo. Determinados hábitos simples parece que se pueden adquirir con repeticiones durante 21 días, pero hábitos más complejos pueden requerir la repetición durante algunos meses.
 

DESARROLLAR UN NUEVO HÁBITO
Cambiar un hábito implica conocer cuál es su detonante y encontrar la recompensa adecuada que nos mueva a sustituirlo por otro que nos conviene más. No se trata de un proceso sencillo y requiere de confianza en un@ mism@ y en la capacidad para cambiar. A partir de ahí, dar pequeños pasos que nos lleven a desarrollar un nuevo hábito.
Si la motivación al cambio es lo suficientemente poderosa,
se consigue modificar el hábito
O sea, que no vale aquello de que “es que yo soy así…”; simplemente, somos lo que hacemos repetidamente, y eso depende únicamente de nosostr@s
Para conseguir buenos hábitos, es necesario un alto nivel de compromiso, no hacia las demás personas o circunstancias, sino hacia un@ mism@. Cuando entendemos el valor de los buenos hábitos y la importancia de implementarlos en nuestra vida, resulta más fácil. Introducir buenos hábitos es un modo extraordinario de poner en ‘modo automático’ aquellas acciones que ayudan a crecer y a mejorar. 

Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en palabras
Cuida tus palabras, porque se convertirán en acciones
Cuida tus acciones, porque se convertirán en hábitos
Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino.

Mahatma Gandhi