TÚ DECIDES

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Cuando no decides, la vida decide por ti.

Y eso es algo que no debes permitir que suceda con demasiada frecuencia. Al menos yo lo veo así. Si decides pasar mucho tiempo siguiendo la inercia que se instala en tu vida, sin cambiar nada… estás decidiendo también.

No me gustan las personas que se quejan sistemáticamente, porque no les gusta lo que hacen, porque no están en el lugar que desearían, porque querrían haber hecho algo que no han hecho… si no te gusta lo que haces, clarifica qué quieres hacer y traza un plan que te acerque a ello (no será fácil, pero seguro que es más efectivo que quejarse); si sientes que estás en el lugar equivocado, piensa que estás en un determinado lugar por un conjunto de circunstancias, y que no tienes por qué quedarte allí, hay que intentar ‘escapar’ del lugar equivocado, aunque no sea fácil, aunque no sea inmediato, aunque necesites tiempo y energía para hacerlo, aunque te resulte duro (escribía sobre ello hace 2 años). Cuando te toca enfrentarte a situaciones que no deseas, a situaciones dolorosas, es inútil darle vueltas en clave de si es justo o no que me suceda…  todos vivimos desengaños en nuestro día a día y, alguna vez en la vida, nos hemos sentido frente a un precipicio. Pensamientos y emociones duras que nos llevan a situaciones de dolor, ¿por qué no reconocerlo?. Sin embargo, para poder vivir, en el sentido pleno de la palabra, no podemos anclarnos a esas emociones y sentimientos, es necesario hacer un esfuerzo para conseguir separarnos de esas emociones y observarlas como lo que son: emociones. Al hacerlo, somos capaces de crear un espacio en nuestra vida del que hablaba Viktor Frankl, conseguimos una distancia que nos permite decidir cómo respondemos a ellas. Hay que aceptar lo que te toca vivir. Y el modo en que lo afrontas es determinante, y ahí está la gran lección de Viktor Frankl.

La última de las libertades humanas es la libertad de elegir la actitud personal ante cualquier situación    

Viktor Frankl

Elegir.

Decidir.

Ante multitud de circunstancias de tu vida, tú decides. A veces, son decisiones claramente definidas -el momento en que eliges tus estudios, cuando decides dónde vas a trabajar, …-, otras veces son decisiones para escapar de tu rutina y cambiar aquello que no encaja en tu vida.

Se acerca un momento de cambio para mí, y toca tomar decisiones.

Como es posible que también te suceda a ti. En los momentos en que afrontas decisiones -especialmente si son importantes para ti- crees que las tomas de un modo racional. Buscas los criterios que consideras relevantes, le das unas cuantas vueltas al tema, valoras en función de esos criterios… y decides lo que te parece mejor.

Supones que tomas tus decisiones de un modo lógico.

Tú lo ves así. Aunque, realmente no siempre es lo que parece. Tomamos miles de decisiones en nuestra vida, y el proceso de toma de decisión no es todo lo racional que suponemos.

 

¿Decisiones racionales?

Las investigaciones en el área de Behavioral Economics (Economía Conductual) nos demuestran que no es así. La Economía Conductual o Economía del Comportamiento es un rama que combina Economía y Psicología para estudiar cómo los factores psicológicos, sociales o cognitivos afectan las decisiones de los individuos. Apareció en los años 80 como contraposición a la economía clásica, que supone que el comportamiento de las personas es racional y las decisiones se toman de ese modo.

La Economía Conductual ha observado que, en muchas ocasiones, las conductas de las personas corrientes no cumplen el supuesto de racionalidad cuando toman decisiones de consumo.

Por poner un par de ejemplos:

Excepciones por influencia social: Los consumidores muchas veces toman atajos en sus decisiones. En ocasiones, en vez de analizar toda la información, las personas se limitan a comprar lo mismo que sus amigos o familiares (¿te suena eso?)

Sesgos por miopía: los consumidores tienden a tener una visión de corto plazo privilegiando el disfrute actual en vez de esperar para disfrutar en el futuro. Un ejemplo muy claro se produce cuando se tienen que tomar decisiones de inversión a largo plazo o de ahorro para jubilación, los consumidores no ponen suficiente valor a los pagos futuros y suelen priorizar la inversión a corto plazo frente la inversión a largo plazo.

La ciencia deja claro que el instinto y las emociones condicionan nuestras elecciones más de lo que reconocemos. Aunque creamos que el cerebro actúa analíticamente ante datos numéricos, la realidad demuestra que, incluso en estas situaciones, se ve influido por sesgos que provienen de nuestra parte más instintiva.

No acabamos de entender nuestros propios mecanismos de decisión, sabemos que decidimos primero y buscamos después la información que confirma que nuestra decisión es la correcta.

 

El mecanismo cerebral para decidir

De hecho, hay evidencias neurofisiológicas que demuestran que cuando decidimos hacer algo, la acción se inicia antes de que la corteza frontal (que es donde reside la capacidad de tomar la decisión) se active. Si actuamos así es porque el pensamiento racional “no es una cosa natural para nosotros, no es instintivo, tenemos que obligarnos”.

Esta es una de las enseñanzas de Daniel Kahneman, autor del bestseller “Pensar rápido, pensar despacio” y premio Nobel en 2001. Kahneman nos mostró que tenemos dos sistemas de pensamiento:

el sistema 1 o implícito: una vía de pensamiento rápida, automática, frecuente, emocional, estereotipada y subconsciente.

y el sistema 2 o explícito: un sistema lento, perezoso, poco frecuente, lógico, calculador y va acompañado por la consciencia de estar solucionando un problema.

Estos dos sistemas de naturaleza antagónica se encuentran en el día a día de todas las decisiones de nuestra vida. El sistema 1, movido por intuición y los heurísticos, nos permite hacer tareas sencillas como caminar o cepillarnos los dientes sin esfuerzo. Por el contrario, el sistema 2 estará en juego cuando debemos realizar tareas más complicadas -por ejemplo, aprender a conducir-.

Utilizando la teoría de la heurística, Kahneman afirma que el sistema 1 asocia la nueva información con los patrones existentes, o pensamientos ya fijados, en lugar de crear nuevos patrones para cada nueva experiencia. Esto da lugar a diferentes tipos de sesgos.  

 

Sesgos a la hora de decidir

Otro libro muy interesante que nos habla de los sesgos a la hora de tomar decisiones es “Decídete” de los hermanos Heath, en el que nos exponen cuatro fuentes fundamentales de sesgos que nos influyen:

Considerar pocas opciones –  Con frecuencia, planteamos una decisión en términos binarios (si o no) cuando, en realidad, si pensamos un poco más, vamos a descubrir más alternativas.

Sesgo de confirmación–  Sin duda, este es el rey de los sesgos: es la tendencia que tenemos a buscar solo la información que confirma lo que ya hemos decidido. Lo que has decidido de un modo más emocional que analítico, lo terminas justificando y acabas encontrando argumentos que confirman que tu elección es la mejor, ¿verdad que sí?

Sesgos por aspectos emocionales –  Es el sesgo que nos afecta cuando decidimos en un momento en que nos sentimos emocionalmente en un extremo. La emoción inmediata, en el mismo momento, nos lleva a tomar decisiones sesgadas, piensa, por ejemplo, en cuando decidimos estando tristes, o enfadados, o eufóricos.

Sesgo por exceso de confianza –  En ocasiones, no consideramos las posibles consecuencias de nuestras decisiones más allá de lo que nos conviene en ese momento, más allá de nuestro sesgo de confirmación, y nos limitamos a pensar que todo va a salir bien si tomamos esa decisión. Siempre es conveniente valorar qué puede suceder en un determinado escenario y en otro (a corto y a medio plazo).

Reconozco que he caído en alguna ocasión en todos y cada uno de estos sesgos. Y me gustaría tenerlo en cuenta, e intentar ser un poquito más racional en mis decisiones a partir de ahora.

 

Tú decides…

Tú decides. Aunque ya ves que no lo haces de un modo tan racional como creías, aunque entran en juego más variables que los datos objetivos…

A pesar de ello, decide.

Asegúrate de ser tú quien decides.

Termino con la misma afirmación con la que arrancaba esta reflexión:

Cuando no decides, la vida decide por ti.

Tu libertad está siempre en tu capacidad de decidir, como nos enseñó Viktor Frankl,

El corazón decide el camino… la razón lo justifica,

Que seas tú siempre quién decidas

para alcanzar tu libertad

 

Hoy la canción me llega por una de esas bonitas coincidencias inesperadas…

‘Libertad’

en versión de 2021, una canción que llegó a mí esta semana y me recordó tanto a mi madre -no pude evitar llorar al escucharla-… la aprendí de ella, era una melómana que conocía TODAS las canciones y nos transmitió su amor por la música (al oírla pensé en tí y ¡te echamos tanto de menos!)

Ayer se fue
tomó sus cosas y se puso a navegar
una camisa, un pantalón vaquero
y una canción
¿dónde irá? ¿dónde irá…?

 

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