Vivimos en un mundo que, con frecuencia, busca la uniformidad. Ya desde niños nos agrupan en clases por edades… y a partir de ahí vamos siguiendo  las líneas que nos vienen marcadas, nos adaptamos a los grupos en los que nos debemos integrar y solemos imitar las pautas socialmente aceptadas. Se supone que debemos seguir un determinado patrón.
Y, sin embargo, tú eres diferente. Admítelo. No quieras esconder esa diferencia.
En el fondo, siempre lo has sabido. Despertar por la mañana y sentir que no eres como los demás, que tú buscas algo más, algo distinto, pero… por arte de magia, después de tomarte un café, ya eres como ellos. O eso crees.
Todos sentimos en qué somos diferentes. Qué nos apasiona, qué nos motiva y qué nos da alas. Es una llamada que no viene de fuera, sino de dentro. Tu diferencia es algo que está dentro de ti aunque quieras hacerla callar. Y tu diferencia es la que te permite ser tú y no ser copia de nadie.
No escondas lo que eres. Esa diferencia que puede parecer un problema… resulta que no lo es.
¿De verdad crees que todo tiene que ser del mismo color? Sería muy aburrido, ¿no?
Permítete ser diferente. Haz lo que quieres hacer sin pedir disculpas por hacerlo… Te vas a reír, pero al principio de dar conferencias, cuando iba a exponer mi propia opinión siempre empezaba pidiendo disculpas por expresar mi punto de vista. Hasta que me dí cuenta que mi perspectiva no tenía por qué ser peor que la de otros… era la mía, y punto. Ser diferente a veces puede parecernos incómodo. No ver las cosas igual que los demás… ¿por qué me pasará a mi?
Pero no creo que estemos solos. Seguro que muchas más personas se sienten así… aunque no se atrevan a discrepar. Prefieren disimular.
Es difícil… mostrarte tal cual eres, sin filtros. Ser diferente a veces duele. Pero después de superar mil obstáculos… ser tú mism@ tiene premio.
Eres diferente. Acéptalo y no lo escondas. Eres una persona única… ¡deja que los demás podamos disfrutar de aquello que te hace diferente!