Hemos entrado en el siglo XXI inmersos en un profundo proceso de cambios. Tras un enorme avance en la digitalización y en la difusión de la información, los esquemas en los sistemas de vida y de trabajo han cambiado. Las redes sociales constituyen el ejemplo más claro de este nuevo entorno del mundo de la información, facilitando el acceso a la misma, la comunicación, la conectividad y un enorme abanico de posibilidades de difusión a bajo coste.www.deloitte.com
Podemos llegar y relacionarnos prácticamente con todo el mundo. Podemos acceder a gran cantidad de información de cualquier tema que nos interese a un coste insignificante. Podemos aprender sobre lo que nos apasiona y divulgar aquello que consideramos que puede resultar de interés.
Nos encontramos, pues, en un entorno cambiante a gran velocidad y que nos permite a la vez el acceso a una cantidad de información inmensa, a la que no habíamos tenido acceso nunca antes. Escuchaba hace pocos días en una conferencia que un smartphone tiene una capacidad de almacenaje de información superior a la suma de la capacidad que tenían todos los ordenadores de la NASA en los años 70’s.
No podemos obviar tampoco el factor demográfico. La población mundial, en los últimos 30 años, se ha más que duplicado, pasando de tres mil millones a siete mil millones de personas –según las últimas estimaciones publicadas-.
La fuerza de la evolución tecnológica y el crecimiento demográfico suponen una revolución a nivel mundial que incrementa la complejidad de nuestra vida personal y profesional. Estamos viviendo una época de cambios sin precedentes.
Adaptación: aptitudes para el siglo XXI
En este entorno, pues, tenemos la necesidad de actualizarnos. Debemos plantearnos la educación y la formación en determinadas aptitudes como  un activo estratégico esencial para nuestro propio desarrollo personal y para el crecimiento económico en su conjunto.
Debemos adaptarnos a este entorno imprescindiblemente y la preocupación por desarrollar nuevos modelos educativos es evidente en muchas organizaciones a nivel mundial. Una muestra la encontramos en la Comunicación de la Comisión Europea al Parlamento Europeo “Un nuevo concepto de educación: invertir en competencias para conseguir mejores resultados socio-económicos” de 20 de noviembre de 2012.
La Comunicación expone una serie de puntos para mejorar en educación. Entre estos aspectos, destaca que se debe aprovechar el potencial de las TIC, ya que abren grandes oportunidades.
En este nuevo entorno, pone el foco de atención en desarrollar aptitudes para el siglo XXI: hay que concentrar esfuerzo en el desarrollo de aptitudes transversales, y en particular, las aptitudes relacionadas con el emprendimiento, ya que estas no sólo contribuyen a la creación de nuevas empresas sino también a la empleabilidad de las personas que las poseen.
Soy consciente de que la palabra “emprendedor” posee algunas connotaciones negativas en nuestra sociedad. Pero estas aptitudes emprendedoras no se refieren simplemente a estimular a las personas a crear empresas … el concepto es mucho más amplio. Además de estimular las habilidades empresariales, debemos ser capaces de actuar con autonomía personal y poder estimular procesos de innovación a partir de nuestros conocimientos previos.
Ya lo comentamos al tratar sobre nuestra carrera profesional y nuestro elemento. Nuestra iniciativa personal para desarrollar nuevos proyectos o el modo de enfocar un mismo tema profesional según nuestras motivaciones, es un valor añadido que debemos potenciar, ya que redunda en nuestro beneficio y en el de la sociedad.
Ya no sirve repetir tareas aprendidas durante años y años. Debemos ser capaces de afrontar nuestro trabajo de forma propia, aportar nuestro propio sello y poder así solucionar los temas que surgen en el día a día. Siempre te sucederán cosas buenas y cosas malas, lo que marcará la diferencia será tu actitud ante ello y tu modo de afrontarlo.