Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande,
sólo es posible avanzar cuando se mira lejos.
José Ortega y Gasset

 
 
Leer a determinados autores hace que te atrapen sus textos y sus contenidos. Porque más allá de explicar lo que ellos piensan, ven o sienten, más allá de explicar una teoría particular,   son capaces de expresar conceptos y emociones universales y de implicar al lector en el texto. Este es el caso, sin duda, del gran Ortega y Gasset, por quien siento una admiración especial.
José Ortega y Gasset
Ortega y Gasset es considerado el fundador de la filosofía española contemporánea. Como suele suceder en nuestro país, no lo suficientemente valorado. Ortega fue capaz de introducir en la sociedad española un mayor interés por la divulgación filosófica y buscó una mayor implicación de los intelectuales en cuestiones sociales. Su influencia ha sido indiscutible y se consideran herederos de Ortega algunos pensadores divulgadores de la filosofía en nuestro país, como Fernando Savater o José Antonio Marina.
Nació en 1883 en Madrid, estudió en Málaga y su etapa universitaria comenzó en la Universidad de Deusto en Bilbao (1897-1898) y prosiguió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid. Se doctoró en Filosofía por la Universidad de Madrid. Tras finalizar sus estudios, en 1911, viajó a Alemania y quedó cautivado por lo que vió en ese país, un país que fue siempre un referente para Ortega. Su vida discurrió entre dos vocaciones: la filosófica y la política. Destacaron también sus viajes y estancias en Argentina, donde se dirigió especialmente a dos grupos:
– los jóvenes, se dice que impactó significativamente en la reforma universitaria argentina del 1918
– y las mujeres, a las que veía como el gran vehículo de cambio y transformación de la sociedad -con el impacto que tuvo su relación con Victoria Ocampo-.
Perteneció a la ‘generación del 98’ -junto con Miguel de Unamuno, Valle-Inclán, Pío Baroja, Antonio Machado,…- una generación europea por vez primera, que creía en la figura de un Estado plurinacional. Una generación que estuvo influida por el pensamiento de corrientes filosóficas europeas como las de Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche. Aficionados a las tertulias, se conocen las reuniones que mantenían Benavente y Valle-Inclán en el Café de Madrid, o posteriormente en el nuevo Café de Levante. Cuenta el escritor Francisco Ayala, sin embargo, que a Ortega Gasset le molestaba la participación poco educada de algunas personas en estas tertulias en cafés públicos, por lo que decidió organizarlas de forma cerrada en su propia casa.
El perspectivismo
Ortega Gasset fue exponente del perspectivismo, una doctrina filosófica que defiende la idea de que el conocimiento es relativo a un punto de vista determinado. Cualquier percepción es relativa al punto de vista desde el cual se toma (punto de vista cognitivo). Esto significa que hay muchos esquemas conceptuales, o perspectivas, posibles que determinan cualquier juicio de verdad posible, lo que implica que no hay forma de ver el mundo que pueda ser considerada definitivamente «verdadera», pero no propone necesariamente que todas las perspectivas sean igualmente válidas. El concepto fue creado por Leibniz y desarrollado por Friedrich Nietzsche.
Su obra
La obra de José Ortega y Gasset empezó en 1902, cuando tenía 19 años. Sus publicaciones incluyen textos académicos, artículos en prensa escrita y una colección de ensayos, desde Renan o Adán en el paraíso (1910), pasando por Meditaciones del Quijote (1914), libro conformado por tres ensayos o meditaciones, un libro breve, donde Ortega señaló que estaba el origen de su filosofía. Sobre el Quijote, señalaba:

¿Habrá un libro más profundo que esta humilde novela de aire burlesco?
Es, por lo menos, dudoso que haya otros libros españoles tan verdaderamente profundos.
 

Publicó posteriormente España invertebrada (1921), El tema de nuestro tiempo (1923), La deshumanización del arte (1925) y el más conocido de todos: La rebelión de las masas (1930). Otros de sus libros recogieron artículos de contenido político: La redención de las provincias y Rectificación de la República (ambos de 1931). La última publicación antes de la interrupción provocada por la guerra civil fue otra colección de ensayos, titulada por el primero de ellos, Pidiendo un Goethe desde dentro (1932). En sus últimos años publicó Estudios sobre el amor (1939), Ideas y creencias (1940), o Historia como sistema (1941), Entorno a Galileo (1947), y una recopilación de sus estudios sobre Velázquez y Goya, titulada precisamente Papeles sobre Velázquez y Goya (1950).
Personalmente, considero uno de sus textos imprescindible: «Misión de la Universidad» (1930), que a pesar de los años transcurridos desde su publicación continúa siendo absolutamente vigente, y que merece una atención más detenida.
Una vida entre el mundo académico y el político
Ortega vivió una vida intensa, en un período complejo de nuestra historia, con etapas de exilio. Vivió una faceta política, que empezó como diputado por León en la II República. Permaneció en el escaño durante un año, tras criticar públicamente el curso que la República tomaba en su célebre discurso conocido como «Rectificación de la República» de diciembre de 1931. Cuando comenzó la Guerra Civil Española, se exilió, primero en París, después en los Países Bajos y Argentina, hasta que en 1942 fijó su residencia en Lisboa. Los últimos años de su vida fueron años de gran éxito fuera de España, años en los que colaboró con numerosas universidades europeas y americanas a través de conferencias y exposiciones de su trabajo, con reconocimientos internacionales y la nominación a Premio Nobel de Literatura.
Pero, más allá de su biografía, no existe mejor modo de enamorarse de su obra que leerle…
Porque hay autores inspiradores que te atrapan en sus textos, que te descubren grandes temas o que consiguen que te identifiques con sus emociones… para mí, Ortega y Gasset es uno de los más grandes.
 

Cuando estos días una amable señora se acercaba a mí y me preguntaba:
«¿Es usted el señor Ortega?», 
me daban ganas de contestar:
«Señora, nada más que vagamente, porque siento demasiado que soy sólo una remota aproximación al que debería ser, al que tendría que ser.»
Y aclara esta curiosa respuesta con la siguiente observación, que apunta al corazón de uno de los problemas más difíciles de la Razón histórica:
«Para aquella señora el vocablo Ortega es el nombre de una leyenda, y ante su pregunta yo me encontraba como un filólogo ante un problema de crítica histórica: el de no confundir mi leyenda conmigo mismo. 
Todos, más o menos, llevamos esta doble existencia: la legendaria en la mente de los demás y la auténtica en el secreto de nuestra viviente soledad”