Somos más emocionales

de lo que creemos

Sabemos que las emociones nos mueven, nos inquietan y son las que estimulan el aprendizaje. Soy una gran convencida de que las emociones importan.
Admito que siempre me he sentido acomplejada por ser demasiado emocional, por preocuparme en exceso por cualquier tema, porque me afecta mucho lo que sienten los demás, porque las cosas me duelen especialmente, por llorar con más facilidad que otras personas… Soy muy emocional.
Soy capaz de ir al cine con mi sobrina Aina a ver una peli de dibujos y disfrutar en modo superlativo, soy capaz de ver Tadeo Jones 2 y meterme dentro de la película, entrar en una historia divertida y romántica, viendo los típicos malentendidos que suceden a una pareja al principio de una relación, sintiendo pena por todo lo que se queda por decir… Sí, lo admito, me encantan las pelis de dibujos y creo que nunca seré demasiado mayor para verlas.
Pero ya va siendo hora de eliminar complejos, porque necesitamos las emociones en muchos aspectos de nuestra vida.
 

Durante muchos años,

NO se ha concedido importancia al mundo emocional

Pero la realidad nos va demostrando que  la tiene. Nos lo muestran multitud de estudios científicos de primer nivel y expertos internacionales que trabajan en este ámbito, relativamente nuevo, introducido en el siglo XX por el Dr. Antonio Damasio, que fue el primero en señalar que la cognición y las emociones no solo están estrechamente entrelazadas, sino que además, la emoción es el primer mecanismo para la racionalidad.
Ya he hablado en otras ocasiones sobre la relación entre las emociones y el aprendizaje, está claro que «sin emoción, no hay memoria». Y ese es un factor que debemos tener en cuenta no solo en el ámbito de la Educación, sino también en el de las Organizaciones.

El Capital Humano

de las organizaciones

La teoría económica ha estado siempre buscando determinar cuáles son los factores que conducen al crecimiento económico. Y así, ha ido estableciendo la importancia de disponer de distintos recursos.
Nadie duda de la importancia del papel que desempeña el capital económico, entendido como la suma de recursos tales como capital financiero, activos inmobiliarios o cualquier tipo de bien material. Sin embargo, debemos tener muy en cuenta también el capital humano, formado por el conjunto de las capacidades que una persona adquiere con su educación y su formación. Las personas pueden invertir en sí mismas a través de la educación y ampliar así sus posibilidades de desarrollo a nivel personal y contribuir al desarrollo social.

Invertir en el desarrollo de las personas de una organización es invertir en capital humano y tiene un retorno sustancial, como se ha demostrado en diferentes estudios.

Las organizaciones se han mostrado históricamente preocupadas por la gestión y el control de su capital económico. Pero debemos tener en cuenta que vivimos un momento en que el capital económico es relativamente abundante, con un coste real muy bajo. El recurso más preciado en la actualidad es el capital humano y es el que es capaz de marcar la diferencia. Sin embargo, parece que existe una preocupación mucho menor por gestionar este capital humano. Las organizaciones deberían invertir en capital humano del mismo modo que invierten en capital financiero.
Si en el ámbito del capital financiero, hemos desarrollado conceptos como el coste de oportunidad de capital, medimos la esperanza de vida de las inversiones o determinamos la tasa de rentabilidad que le exigimos a  una inversión, con el capital humano, se debería trabajar de un modo similar y tener muy claro el retorno de la inversión en capital humano, así como el coste de oportunidad de ese capital humano. Y es que el capital humano impacta directamente en la rentabilidad de la organización, de un modo sorprendente.

Relación entre Capital Humano

y crecimiento económico

 
El crecimiento económico tiene que ver con distintos factores, como he señalado. Entre estos factores, se encuentra el capital humano. Invertir en educación es invertir en capital humano y tiene un retorno sustancial, ya que influye en la retribución futura de las personas y, por derivación, en el progreso de la sociedad.
Por ello, el fracaso escolar o una educación de baja calidad constituyen un lastre social peligroso, por el impacto que tiene en las familias y en la cohesión social. Pero es que, además, tiene un impacto económico directo en las arcas públicas. La explicación es muy sencilla: a menor formación, menor cualificación y, por tanto, menor salario.

Ello redunda en un menor consumo y en pagar menos impuestos a la sociedad. A cualquier nación le interesa tener ciudadanos formados, capaces de aportar mayor valor.

El nivel de estudios continúa marcando una gran diferencia en las escalas retributivas. Y el abandono escolar es un problema para la sociedad. El índice de abandono escolar en la Unión Europea es del 14%, aunque resulta más preocupante en países como Argentina con el 25% o en España con el 29%.
Por otra parte, se ha producido un aumento a nivel mundial de personal altamente cualificado en el último decenio, que obliga a todos los países a seguir mejorando su nivel educativo si no quieren quedar desfasados.
Está claro que existe una poderosa relación entre educación y crecimiento económico, y ello justifica la importancia de invertir en educación en esta sociedad del aprendizaje en la que vivimos y que éste es la base para el crecimiento de las naciones.

El mayor tesoro

de una nación

Se ha puesto de relieve la importancia del capital humano y, consecuentemente, de la educación. Se exigen nuevas aptitudes a las personas y los sistemas educativos deben responder a esta necesidad.
La educación debe convertirse en un sistema de formación permanente, ya que constituye un factor fundamental de crecimiento económico. La inversión en capital humano es una inversión estratégica. Y todo parece señalar que esta tendencia se va a intensificar en los próximos años.
La inversión en educación y formación es fundamental para impulsar el crecimiento. La educación es la gran generadora de talento y el talento es la gran riqueza de las naciones.
No es posible el crecimiento de una sociedad sin invertir en capital humano. Es necesario invertir en educación y formación para acumular conocimientos, capacidades y habilidades para mejorar el nivel de vida. Dice José Antonio Marina:

«Si tuviéramos bajo nuestros pies un gigantesco yacimiento de petróleo parecería estúpido que no nos preocupáramos de extraerlo. Con el talento sucede igual».

Si buscamos un tesoro en nuestra sociedad, lo tenemos… el mayor tesoro que tienen las sociedades es el capital humano que poseen.  Será cuestión de invertir en él, recordando que es emocional y, por tanto, un poco más complejo. Escuché hace poco a un analista financiero señalar: «El componente que afecta más un valor en Bolsa es el emocional»
Queda claro, pues, que el componente emocional importa, incluso en el mundo económico… ya va siendo hora que tengamos en cuenta que las emociones importan.

Las emociones

son el ingrediente secreto del aprendizaje y del crecimiento

Marta Grañó
Esta semana, en mi peli de dibujos, David Bisbal es el culpable de recordarme que somos emocionales…

Lo más importante no son las riquezas que tienes…

sino a quién tienes

Tadeo Jones

Creo que Tadeo también conoce la importancia del capital humano por encima del capital financiero.
Artículo publicado en INED21

Photo by Donnie Ray Jones vía Flickr