APARECEN LAS LÁGRIMAS

Hay momentos en que te vienes abajo, momentos en los que te sientes pequeñ@ ante lo que tienes frente a ti, y –sin querer– aparecen las lágrimas. Sí, te pones a llorar…
Cada un@ tiene sus motivos para preocuparse, para sentir dolor, para asustarse o, simplemente, para estar triste. No creo que nadie esté a salvo de las lágrimas en alguna ocasión.

En un momento de bajón, casualmente leo a Alba, una profesora encantadora, que escribe que rompió a llorar en clase , que no pudo contener la tristeza que sentía tras la muerte de su perra Vilma y describe las reacciones de sus alumnos.
Muchos le dieron abrazos, otros le dijeron que podía adoptar otro… y le llamó la atención el comentario de una niña: «nunca había  visto a una persona mayor llorar». Es muy posible que no sea la única. Porque tendemos a ocultar nuestros sentimientos. Hemos oído mil veces eso de «no llores…». Ocultamos nuestros sentimientos, algo que se acaba convirtiendo en una vía de escapatoria, como muestra de que muchas veces no sabemos gestionar nuestras emociones.

POR DENTRO

Gestionar lo que nos pasa por dentro

Si estamos tristes o estamos asustados, es normal llorar. No hay nada malo en llorar ante este tipo de situaciones. Mostrar tus sentimientos de forma abierta siendo una persona adulta no debería ser un tabú. Nuestra parte más emocional importa. No se trata solo de gestionar temas profesionales, de hacer lo que tenemos que hacer… se trata también de gestionar lo que nos pasa por dentro.
Si ocultas lo que sientes a quien te ve (tus hij@s, tus alumn@s…), les estás enseñando que deben ocultarlo también. No es la mejor vía. No es cuestión de ocultar, es cuestión de gestionar… ya sabes, las emociones importan. Es necesario trabajar la dimensión humana, debemos entenderla.

Tal vez, este es uno de los motivos que me lleva a recordar la importancia de las Humanidades en Educación. Desde distintos ámbitos se hacen eco tanto del papel que tienen en el mundo educativo como del papel que van a jugar en el campo de la innovación.

DIMENSIÓN HUMANA

La innovación tiene que ver con la dimensión humana

Es interesante destacar el libro de Scott Hartley «The Fuzzy and the Techie: Why the Liberal Arts Will Rule the Digital World» (2017).
En el libro, el autor señala que no está de acuerdo con la visión general de promocionar solo estudios CTIM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) como vía para conseguir innovación.
Hartley considera que el futuro de los avances tecnológicos vendrá de los universitarios que se especialicen en ciencias sociales y humanidades (los Fuzzies) en mayor medida que los que se hayan centrado en ciencias y tecnología (los Techies).
A partir de su extensa experiencia en valoración y financiación de empresas de nueva creación, el libro incluye docenas de estudios de casos que demuestran su punto de vista. Hartley enumera una larga lista de líderes tecnológicos que tienen licenciaturas de letras. Para mencionar a unos pocos: Stewart Butterfield de Slack, Filosofía; Jack Ma de Alibaba, Filología Inglesa; Susan Wojcicki de YouTube, Historia y Literatura; Brian Chesky de Airbnb, Bellas Artes.

FUZZIES

Las ideas de negocios más creativas y exitosas

Hartley revela en este libro la realidad contraintuitiva de los negocios de hoy: en realidad son los fuzzies –no los techies– quiénes están desempeñando los papeles clave en el desarrollo de las ideas de negocios más creativas y exitosas.
Son a menudo los que entienden las necesidades de la vida que es necesario solucionar y ofrecen los mejores acercamientos para hacerlo. «Son ellos quienes están llevando el contexto al código y la ética a los algoritmos». También son quiénes aportan las habilidades de gestión y comunicación, las habilidades blandas que son tan vitales para estimular el crecimiento.

Considera que si queremos preparar al alumnado para resolver problemas humanos a gran escala, debemos animarles a ampliar, y no a limitar, su educación.

El tema fundamental no está en lo que ya ha aprendido una persona, sino en su forma de pensar, su forma de gestionar los temas y su forma de ver el mundo. Para innovar, no se trata de conocer las respuestas a todas las preguntas, sino de ser capaces de formular las preguntas adecuadas.
 
«Lo que importa ahora no son las capacidades que tenga una persona, sino cómo piensa esa persona. ¿Puede plantear las preguntas correctas? ¿Sabe cuál es el problema que se intenta resolver? Hartley aboga por una verdadera educación de “artes liberales”, una que incluya tanto ciencias “hard” como materias más “soft”. Una experiencia educativa equilibrada, afirma, abre a las personas nuevas oportunidades y les ayuda a desarrollar ideas que respondan a necesidades humanas reales».

INNOVACIÓN HUMANA

Buscar lo humano, buscar el detalle

Otro libro que también se mueve en el mismo ámbito es “Cents and Sensibility: What Economics Can Learn from the Humanities” (2017).
El libro de Gary Saul Morson y Morton Schapiro es una obra provocativa e inspiradora que aboga por una Economía más humanística. Y es que los economistas, a menudo, actúan como si sus métodos explicaran cualquier comportamiento humano. Pero en Cents and Sensibility, un eminente crítico literario y un destacado economista hacen que las humanidades, especialmente el estudio de la literatura, ofrezcan a los economistas formas de hacer sus modelos más realistas, sus predicciones más precisas y sus políticas más efectivas y justas. Buscar lo humano en cualquier análisis es el factor que puede convertir ese modelo en más acertado, es lo que puede dar la explicación a cuestiones que no se resuelven numéricamente.
Morson y Schapiro sugieren que los economistas podrían mejorar su conocimiento sobre el factor humano a partir de la lectura de las grandes obras de la literatura, quienes tienen una visión sobre las personas más profunda que muchos científicos sociales.
 
Mientras los economistas tienden a tratar a las personas en base a hipótesis generalistas, los novelistas profundizan en los detalles. Para ilustrar este argumento, Morson y Schapiro preguntan: ¿cuándo ha logrado un modelo o caso de estudio científico describir a una persona de manera igual de viva que describió Tolstói a Anna Karénina? Ciertamente, las novelas también nos pueden ayudar a desarrollar nuestra empatía. Las historias, después de todo, nos introducen en las vidas de los personajes, ayudándonos a ver el mundo como lo hacen otras personas, lo cual supone entrenar y desarrollar nuestro nivel de empatía.
Es estimulante comprobar como algunas investigaciones concluyen en destacar la necesidad de las Humanidades en nuestra sociedad tecnológicamente imparable, en la que necesitamos innovación. Y es que la innovación es humana. Es importante recordar que debemos trabajar también la dimensión humana y que reconocer que somos emocionales no tiene nada de malo.

ATREVERSE

Somos más emocionales de lo que creemos…

Sentimos. Las emociones se mueven a sus anchas en nuestro interior y nos pueden llevar al cielo… o al agujero más profundo. Las emociones no son imaginarias, existen y es necesario gestionarlas. En ocasiones, llorar forma parte del proceso.
El llanto existe en nuestra vida desde el día en que nacemos. Llorar es una vía de comunicación en los bebés y en l@s niñ@s –para indicar que tienen hambre, que tienen sueño, que no se encuentran bien…–.
Pero ¿qué sucede cuando crecemos? Aprendemos a reprimir nuestras emociones, a no mostrar nuestra decepción o nuestro dolor…. Reprimimos nuestras lágrimas en un esfuerzo por “ser valientes”. Tal vez la valentía no sea ocultar los sentimientos, sino atreverse a mostrarlos y ser capaces de gestionarlos.

Cuando estoy triste, déjame llorar…

Porque llorar es necesario a veces. Es difícil entender lo que nos pasa por dentro, y estoy segura de que esconderlo no soluciona nada… a veces hay que llorar y aceptar la tristeza y el dolor, aunque sea solo un ratito. Después es cuestión de secarse las lágrimas y ponerse manos a la obra para superar aquello que te hace llorar.

Esta semana he llorado

y, por primera vez,

quién estaba a mi lado

no me dijo “ no llores”…

puso mi cabeza en su hombro

y me dejó llorar

eso es más que suerte…

hay tanto espacio 
cuando tú no estás 
y te vas…