Las empresas viven en un entorno de constante cambio. Sabemos que los modelos de negocio cada vez tienen una vida más corta y que las ventajas competitivas duran menos de que lo hacían hace unos años.  La innovación ha pasado a ser imprescindible en cualquier tipo de empresa.
Sin embargo, es importante detenerse a analizar qué tipo de innovación es el que promueven las empresas, porque la innovación no es un concepto absoluto, tal y como indican Tony Dávila y Marc J. Epstein en su libro «The Innovation Paradox: Why Good Businesses Kill Breakthroughs and How They Can Change«. Ellos diferencian entre dos tipos de innovación:
– Innovación incremental, cuando se centra en mejoras del producto o servicio existente.
– Innovación disruptiva, es la que busca los descubrimientos. Es un tipo de innovación que puede alterar los paradigmas existentes y que es mucho más arriesgada.
Hasta hace unos años, las start-ups de alto crecimiento eran las que lideraban el ranking de innovaciones disruptivas, las que se atrevían a hacerlo. Sin embargo, cada vez parece más arriesgado no trabajar también la innovación disruptiva en cualquier organización. Las innovaciones incrementales (es decir, mejoras graduales, periódicas de productos existentes) permiten mantener la posición de la empresa en su mercado, pero no son las únicas que pueden aplicar las empresas. También pueden aplicar la innovación disruptiva como hicieron en su día IBM -que se reinventó después de enfrentarse a una extinción muy probable- o Apple que revolucionó el mercado de la telefonía móvil cuando ya se la consideraba una empresa-reliquia del pasado.
Es cuestión de introducir la mentalidad ‘start-up‘  en las empresas. Las empresas necesitan de la actitud emprendedora de tod@s.
La mentalidad ‘start-up’ en la empresa
En un entorno de constante innovación, es necesario desarrollar una mentalidad más similar a la de las ‘start-up‘. Los autores nos hablan del concepto ‘Corporación start-up‘ como aquella que aprovecha las ideas internas y las redes alrededor de la compañía para generar nuevas ideas, que organiza estructuras de apoyo a la experimentación, que combina las fuerzas del mercado y las fuerzas internas en el proceso de innovación y que recibe el apoyo de la dirección por medio de recursos, financiación y atención.
Es necesario, además, seguir una serie de fases para conseguir innovación disruptiva:
Fase 1: Inspirar. La creatividad incluye la combinación de muchas ideas existentes para crear otras nuevas.
Fase 2: Atraer. Existen en diversas regiones del mundo núcleos de innovación y microsistemas que respaldan a personas con buenas ideas o con la capacidad para generarlas.
Fase 3: Combinar. Buscar combinaciones de ideas que resulten atractivas a un mercado más amplio.
Fase 4: Aprender. La innovación disruptiva es un proceso de descubrimiento constante.
Fase 5: Aprovechar. Las empresas establecidas pueden aprovechar su capacidad para movilizar y aumentar de escala las innovaciones rápidamente.
Fase 6: Integrar. Un último paso, que tiene su riesgo, porque requiere que la innovación esté lo suficientemente madura para competir con los modelos de negocio existentes.
Las Escuelas de Negocios fomentan la mentalidad ‘start-up’
Si hasta hace pocos años, las Business Schools tenían fama de preparar a futuros directivos con un perfil poco rompedor, hoy la orientación es distinta, y todas las Escuelas de Negocio más significativas a nivel internacional tienen un ámbito dedicado a la Iniciativa Emprendedora. Podemos comprobarlo en ESADE, que posee el Esade Entrepreneurship Institute, en IESE, que tiene el Entrepreneurship and Innovation Centre… y en cualquier Business School de prestigio que queramos analizar. Para todas, fomentar la mentalidad emprendedora se ha convertido en una prioridad. Y se impulsa por partida doble: introduciendo asignaturas y contenido para emprender y fomentado redes de inversores que impulsen los proyectos que allí surgen.
Esta tendencia es ya una realidad muy clara a nivel internacional. En las últimas semanas, me ha llamado la atención un par de noticias que vienen a ratificar la importancia que está adquiriendo la mentalidad emprendedora en las Business Schools y Universidades.
La primera es el hecho de que Financial Times, en la elaboración de su ranking «Top MBAs for entrepreneurship 2016» haya incluido como condición necesaria para que un programa sea tenido en cuenta que, como mínimo, 15 de sus alumnos hayan iniciado su propia empresa y que 3 años después continúen en funcionamiento -que hayan logrado superar la fase de emprendedores y se hayan convertido en empresari@s-. Ya no se valora solo los contenidos del programa, sino claramente los resultados prácticos en el mundo empresarial.
La segunda noticia, es la que publicaba ayer 27/08/16 el periódico Expanxión. El fondo de inversión Cambridge Innovation Capital, creado por la Universidad de Cambridge para comercializar los avances científicos y tecnológicos de esta prestigiosa entidad británica, se prepara para salir a bolsa en el próximo año y medio. Desde 2013, la universidad ha invertido 33 millones de libras en 13 ‘start up’. Toda una muestra de cómo se está consolidando esta tendencia.
Las Universidades están ya potenciando el espíritu emprendedor desde sus aulas. Las empresas de éxito ya han empezado a trabajar con esta dinámica de ‘start up’. Es hora de convencernos tod@s de que necesitamos actitud emprendedora.

«No nos atrevemos a hacer muchas cosas porque son difíciles,
pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas»
Séneca