Comparto la entrevista en La Vanguardia que publicaron el pasado 22 abril 2016, dentro del monográfico «Empresa y emprendedores». Después de una agradable -y extensa- conversación con Néstor Bogajo, en la que hablamos sobre lo que supone emprender hoy en España, los retos y las dificultades que encuentran l@s emprendedor@s en su trayecto, el resultado fue esta entrevista, en la que Néstor resaltó mi opinión sobre la necesidad de que las Administraciones simplifiquen los trámites para emprender.
 

 
No podemos olvidar que los emprendedores son los grandes generadores de empleo: alrededor de un 65% de los puestos de trabajo que se crean en nuestra economía los crean las pymes, los emprendedores y los autónomos.
 
 

 
Néstor Bogajo
El ranking “Doing Business”, elaborado cada año por el Banco Mundial, analiza el nivel de dificultad para crear empresas en más de 180 países. En el de 2016, España ocupa el puesto 82. Una discreta posición intermedia que no sorprende a los expertos, ni tampoco a los emprendedores, quienes se quejan a menudo de los numerosos requisitos con los que deben cumplir: papeleo, gimcana institucional y días de espera capaces de desesperar al más motivado.
¿De verdad es tan difícil crear una empresa en España?
Para lo fácil que podría ser, sí. En el Reino Unido, puedes crear una sociedad y tenerla operativa en 24 horas. No te hacen ir a
la notaría. Han centralizado los trámites: te conectas on line y, en el momento en que constituyes la empresa, te reservan hasta el dominio .uk con el nombre de la compañía. Aquí la Administración debería simplificar trámites. Se podría hacer, si hubiese
voluntad. Existe la tecnología para hacerlo. Pero en nuestra clase política no predomina ese perfil: no hay muchos políticos
que hayan padecido esa realidad.
Los emprendedores también suelen quejarse de los costes.
Es preciso abaratarlos. Crear una empresa y pagar los autónomos puede requerir el primer año 3.000 o 4.000 euros. ¿Qué
sentido tiene, si aún no han generado ingresos? En otros países, esos costes no existen. Aquí, sacan una ley de ayudas. Te dicen:
“Cuando presentes todos estos papeles, conforme tienes todo esto hecho, te daremos una ayuda de 2.000 euros”. Pues hagámoslo más sencillo: permíteme que los primeros años de actividad, mientras no genere un volumen determinado de facturación, no tenga que pagar autónomos. O facilítame ciertas cosas.
Entidades como Barcelona Activa o Acció tienen programas de ayuda al emprendedor. ¿Es imprescindible ese paraguas?
En casos muy vocacionales, de gente con las ideas muy claras, puede no ser necesario. Pero en la mayoría de los casos el emprendedor tiene una idea inicial que hay que pulir. Y, cuantos más ojos vean un proyecto, más ideas pueden aportar. Muchos emprendedores se obsesionan con la idea: no la quieren explicar, por si se la roban. Son un poco Gollum, con su «tesssoro» Pero eso no tiene sentido: hay 7.000 millones de personas en el mundo y seguro que tu idea la han tenido más personas. Lo que hace que una idea sea un éxito o no es la manera en que la llevas a cabo. Y para eso hay que explicarla. Hacer mil hojas de cálculo encerrado en casa no funciona.Porque a ti puede parecerte que aquello será la repera, pero tus clientes, en la vida real, tal vez
no lo valoren igual. Hay que salir y validar. Vía Acció y demás organismos, o a través del networking. La metodología de moda,
el lean startup, es eso: salir a probarlo a la calle. También hay quien sólo pregunta a amigos o familiares. Y, entonces, golpecito
en el hombro: “Mi hijo es un crack”. Y eso no sirve para nada.
¿Qué aspectos suelen coger por sorpresa al emprendedor?
Por ejemplo, cuando ven que, si bien los gastos se cumplen religiosamente cada mes, los ingresos previstos son difíciles de
generar. No haber previsto un escenario pesimista puede llevarte a tener que cerrar en dos meses. Muchos emprendedores
no tienen en cuenta la tesorería: miran los grandes números –ingresos, gastos…–, pero no prevén que hay cobros a 60 días.
Y la nómina se paga cada mes.
Claro. No tener en cuenta el presupuesto de tesorería y un escenario pesimista es el primer gran error. Hay que tener previsto un plan B; saber en qué punto tendrás un problema grave. Tampoco se suele dar importancia a los pactos entre socios. Se usan
estatutos estándar. Pero cuando hay pérdidas o las cosas van muy bien, es un error no haber previsto las condiciones de venta. La gente tampoco es consciente de los porcentajes de participación: si creas una sociedad al 50%- 50%, el día que tienes un problema no es operativa. Son cosas que uno cree que no van a pasar. Pero hay que tenerlas previstas.
 
 
CUIDADO CON LOS TRÁMITES NO OBLIGATORIOS
“Los emprendedores de edad avanzada –explica Grañó– tienden a desatender algunos trámites no obligatorios. Por ejemplo, yo recomiendo registrar siempre la marca, porque, si las cosas van bien, tendrá un valor. También hay que cuidar el nombre de la empresa en las redes sociales. Gestionarlo tú: si no coges tú ese nombre en Twitter, otro lo hará, vendrá y te dirán que, si lo quieres, pagues. Y ese control debe ser para siempre: una marca de kétchup usó hace unos años un dominio para una promoción. Cuando acabó, abandonaron el dominio y… ¡lo compró una página porno! Fue un caso muy sonado”