El 49,6% de la población mundial son mujeres, según los datos de Naciones Unidas. Sin embargo, la presencia de las mujeres en puestos de responsabilidad en el mundo político y empresarial es muy distinta a  este porcentaje. De los 195 jefes de Estado que existen, solo 17 son mujeres. Las mujeres ocupan tan solo el 20% de los escaños parlamentarios de todo el mundo. Y en el mundo empresarial, los datos sobre el número de mujeres en puestos directivos son aún peores. En 2015, en la lista Fortune 500 solo aparecían 22 CEO’s mujeres, una tasa del 4,4% de los puestos de liderazgo en el mundo empresarial. La desigualdad existe también en la retribución salarial. En Europa, las mujeres perciben de media un 16% menos que sus colegas masculinos.
Si creíamos que llegaríamos a alcanzar la igualdad en el siglo XXI… de momento, no lo hemos conseguido. Los avances en materia de igualdad son tan débiles que, si se mantiene la misma velocidad, necesitaremos 170 años para conseguir un mundo en igualdad. Son los resultados que nos ofrece el informe Global Gender Gan Report 2016 del Foro Económico Mundial, a partir del análisis que hace de cuatro factores determinantes: la educación, la salud, las oportunidades económicas y el poder político.
El FMI ha emitido este año un informe en el que pide mayor incorporación del talento femenino a la economía europea, especialmente en puestos de dirección. Informes como Women in Business 2016 muestran que en las empresas europeas  medianas y grandes existe un 24% de directivas. Queda todavía camino por recorrer.
Es evidente, pues, que es necesario acelerar la velocidad de las medidas a adoptar para frenar esta desigualdad y ser conscientes de qué medidas son efectivas para conseguirlo y, aquí hay  trabajo para tod@s: toda la sociedad debe contribuir en mejorar este tema y las propias mujeres debemos también empezar a romper estereotipos y actitudes que nos frenan.
Resulta complicado encontrar textos que traten sobre trabajo y liderazgo femenino, una prueba más de que es un tema que nos preocupa poco. Y no debería. Tod@s tenemos mucho que aportar: hombres y mujeres. Así lo expone Sheryl Sandberg  en su libro «Lean In. Women, work and the will to lead». Una de las mujeres que ha conseguido llegar a lo más alto, considerada como una de las personas más influyentes de mundo, reflexiona sobre mujeres, trabajo y la voluntad de liderar, para romper con tópicos como el de la mujer trabajadora de éxito que se identifica con «una persona tan consumida por su carrera profesional que carece de vida personal». Este tipo de estereotipos daña seriamente la ambición de las mujeres… y la realidad nos demuestra que no son ciertos.
Sheryl Sandberg, entre reuniones, consejos y viajes, ha vivido las mismas experiencias que cualquier mujer. Y empieza el libro, con una introducción en clave personal, recordando el embarazo de su primer hijo:

Mi embarazo no fue fácil. Sufrí las típicas náuseas matutinas que suelen producirse durante el primer trimestre todos los días durante nueve largos meses. Engordé casi 32 kg y los pies se me hincharon tanto que tenía que llevar zapatos dos tallas más grandes de la que utilizo normalmente. Además, se convirtieron en dos cosas de extraña forma que solo era capaz de ver cuando los colocaba en alto sobre la mesita de centro. Un ingeniero de Google especialmente sensible anunció que el «Proyecto Ballena» había recibido ese nombre en mi honor.
 
Un día, tras una dura mañana que pasé contemplando el fondo del inodoro, tuve que apresurarme para asistir a una importante reunión con un cliente. Google estaba creciendo a un ritmo tan acelerado que encontrar aparcamiento se había convertido en un problema constante y el único sitio que encontré estaba bastante alejado. Corrí a toda velocidad por el aparcamiento, lo que en realidad significa que me tambaleaba un poquito más deprisa de lo que me permitía mi absurdamente lento reptar de embarazada. Esto solo consiguió empeorar mis náuseas, de tal modo que llegué a la reunión rezando para que lo único que saliera de mi boca fuera un discurso de ventas…
 

A cualquier mujer profesional que haya sido madre le resulta inevitable sentirse identificada con este tipo de situaciones. Situaciones de desconcierto sobre cómo actuar en un mundo eminentemente masculino, ellos no han pasado ni pasarán por este tipo de problemas… Cuando te sucede algo así, siempre buscas referentes y resulta complicado encontrarlas. Por ello, cuando alguien como Sandberg escribe sobre la necesidad de potenciar el liderazgo femenino, resulta especialmente interesante y atractivo.
El libro (publicado en 2015) no ha estado exento de críticas y algunos de los consejos de la autora han resultado controvertidos (de forma sorprendente para mí)  como, por ejemplo, el hecho de que Sandberg anime a las mujeres a mantenerse con las manos en las caderas y erguidas “como Wonder Woman”, que recomiende utilizar la primera persona del plural “nosotros” en lugar de “yo” cuando se refieran a la empresa en la que trabajan o que recomiende  sonreír durante una negociación en el entorno laboral.
En su libro, Sandberg propone trabajar en una serie de aspectos para conseguir que emerja un auténtico liderazgo femenino:
Falta de ambición por el liderazgo
En general, existe en las mujeres una falta de ambición por el liderazgo. Se trata de un aspecto sobre el que es enormemente poderoso el contexto cultural. Desde el nacimiento, los niños y las niñas son tratados de forma distinta. Diferentes estudios han demostrado que ambos padres tienden a hablar más con las niñas que con los niños cuando son bebés y viendo como los niños juegan solos. Las diferencias se observan a simple vista si nos fijamos en los mensajes de la ropa para bebés («listo como papá», «guapa como mamá»).
El contexto cultural determina una serie de estereotipos que se inculcan desde la infancia, cuyo mayor peligro es que se acaben convirtiendo en profecías que llevan implícito su propio cumplimiento. La mayoría de puestos de liderazgo están ocupados por hombres porque las mujeres no esperan conseguirlos.
 
Sentimiento de fraude
Muchas mujeres confiesan sentir una sensación de ser un fraude cuando se las alaba por sus logros. Tienen la sensación de no merecer el reconocimiento . Este fenómeno, que sucede con frecuencia en personas perfectamente capacitadas que viven asaltadas por la duda es un síntoma de un problema mucho mayor:  la subestimación. Las mujeres acostumbran a juzgarse más duramente que los hombres y suelen infravalorar su trabajo. Este es un fenómeno bastante generalizado, contra el que debe actuarse desde fuera (animando, promoviendo y apoyando a más mujeres) y también desde las propias mujeres, que debemos esforzarnos por valorar adecuadamente nuestro trabajo y nuestros logros.
 
Éxito y simpatía
Sandberg nos hace notar como los hombres con éxito suelen parecer más simpáticos a la gente, mientras que en el caso de las mujeres sucede lo contrario. Cuando una mujer tiene éxito, despierta simpatías en mucho menor medida en ambos sexos. Está comprobando que valoramos a las personas en función de estereotipos. Los estereotipos sobre los hombres nos muestran a personajes con iniciativa, decididos e impulsivos. El estereotipo de mujeres indica que son sensibles y con espíritu comunitario. Cuando una mujer actúa de modo decidido y enérgico, la gente suele sentir poca simpatía hacia ella. Como respuesta a esta reacción negativa, las mujeres tienden a moderar sus objetivos profesionales.
De algún modo, es como si renunciaran al éxito profesional para «caer bien» a los demás.
 
No te vayas antes de irte
Desde edades muy tempranas,  se envía el sutil mensaje a las mujeres que deberán elegir entre su vida profesional y una vida personal plena. O éxito en el trabajo o ser buenas madres. En encuestas realizadas a mujeres universitarias, cuando se les pide que elijan entre familia y carrera profesional, ellas tienden a elegir la familia en una proporción doble a la de sus compañeros masculinos.
Sobre este tema, planificar con demasiada antelación puede cerrar puertas antes de hora. Las mujeres van tomando una serie de pequeñas decisiones a lo largo de su vida profesional con las que se autolimitan. Sheryl Sandberg lo define como «se van antes de irse».
 
Un auténtico compañero
En los últimos años, las mujeres han conseguido mayores avances en el terreno profesional que en el doméstico. La igualdad dentro de los hogares está lejos de conseguirse. Del mismo modo que las mujeres deben adquirir más poder en el trabajo, los hombres deben adquirir más poder en el hogar. No se trata de que las mujeres «deleguen» parte del trabajo doméstico en ellos, sino que ambas partes «compartan» ese trabajo.
Este punto es determinante:

la decisión más importante que una mujer toma
respecto a su carrera profesional
es si va a tener pareja
y quién va a ser esa pareja
Sheryl Sandberg

 
La esfera personal y la profesional están íntimamente relacionadas. Muchas de las mujeres en puestos de responsabilidad están casadas y tienen hijos. Como han demostrado diversos estudios académicos, el aspecto más decisivo en la carrera profesional de una mujer no es el hecho de tener familia o no, sino su pareja y la actitud hacia su trabajo.
 
Miedo a hablar de la discriminación
Es difícil que las mujeres aborden abiertamente el tema de la discriminación laboral. Para poder mejorar, es necesario hablar de ello y buscar soluciones. Las mujeres, en muchos casos, temen que abordar el tema parecerán poco profesionales. Impedir el diálogo es una derrota personal que impide avanzar.
 
Trabajar juntos hacia la igualdad
Solo lograremos la auténtica igualdad cuando más mujeres ocupen puestos destacados en gobiernos y empresas. Durante décadas se ha buscado apoyar la conciliación laboral y personal de la mujer, pero debemos preguntarnos si al hacer eso no estamos desanimando a las mujeres a aspirar al liderazgo. Para Sandberg, «hasta que las mujeres no trabajen con empresarios y compañeros que las apoyen y no convivan con parejas que compartan las responsabilidades familiares, no tendrán una verdadera posibilidad de elegir».
Es necesario que los hombres ofrezcan su apoyo a las mujeres, pero también es preciso que las propias mujeres se respalden. No podemos olvidar que a menudo las mujeres interiorizan actitudes culturales sexistas que después repiten. Es necesario trabajar junt@s hacia la igualdad. Todos tenemos prejuicios, tanto si lo admitimos como si no, y creer que somo absolutamente objetivos puede empeorar el problema, creando lo que los investigadores académicos han denominado un «ángulo ciego de la discriminación», un ángulo en el que las personas están tan absolutamente seguras de su propia objetividad que les impide corregir esos prejuicios.
 
Siete puntos en los que trabajar para conseguir visibilizar y poner en valor el talento femenino, a través de eliminar estereotipos y de evitar dar connotaciones negativas a lo que no las tiene. En esta batalla contra los estereotipos, las palabras cobran una especial importancia -y me recuerda  el libro «La ciencia del lenguaje positivo» de Luis Castellanos, Diana Yoldi y José Luis Hidalgo- las palabras tienen una enorme influencia en cómo pensamos, a qué aspiramos y cómo actuamos: es necesario cuidarlas con el debido cariño y dedicarle al lenguaje un tiempo y un esfuerzo. No tiene nada de malo tener ambición ni querer liderar un proyecto… debemos ser más ambiciosas, no solo a la hora de perseguir sueños sino también a la hora de construir sueños más grandes.
Si, como decíamos la semana pasada, el talento crece a través de la fórmula:
Progreso = habilidad innata + proyecto + entrenamiento
es necesario planificar adecuadamente el proyecto personal al que aspiramos y trabajar en esa dirección sin autolimitaciones. Las mujeres se retiran de sus puestos de trabajo o rebajan sus ambiciones antes de tiempo, mantiene Sandberg, y no deberían hacerlo. Es tarea de tod@s permitir aflorar ese talento. La diversidad enriquece y sabemos que el cerebro femenino es diferente del masculino -en el que destacan aspectos como la intuición, la empatía o el trabajo en equipo-. Con ello, gana la sociedad en su conjunto.