Hemos vivido un cambio de era. Para algunos, tal vez haya sido de forma gradual y progresiva, pero el cambio que se ha producido en las últimas décadas es trascendental. Hemos sido testigos de grandes cambios en este mundo globalizado, de cambios geográficos, cambios sociales y cambios tecnológicos que se han producido a una velocidad enorme. Cambios que, por su importancia y profundidad, han transformado nuestra sociedad. Cambios que nos obligan a actualizarnos constantemente para poder aportar valor en este nuevo entorno, donde ya no sirve solo repetir conceptos. Y es que estoy preparando nuevas sesiones de formación, en las que siempre me gusta recordar este cambio y remarcar el papel protagonista que tenemos en el desarrollo del talento.
Del capitalismo al talentismo
El fin de la era del capitalismo es algo que se viene anunciando desde los años 90. Peter Drucker escribía en 1999 su libro “La sociedad postcapitalista“, done exponía que empezaba una nueva etapa para la sociedad: se acababa la época en la que el recurso crítico era el “capital económico” para pasar a una sociedad postcapitalista donde el recurso crítico es el “saber”.
Juan Carlos Cubeiro, uno de los mayores expertos en talento y liderazgo de nuestra época, lo ha analizado y lo ha actualizado en su libro “Del capitalismo al talentismo”. El libro -cuya lectura te recomiendo encarecidamente porque expone de forma extraordinariamente comprensible y sencilla la esencia de esta transformación, de ese modo que solo puede hacerlo quién conoce muy bien un tema- analiza las cuestiones de fondo que motivan el cambio de era y aconseja cómo gestionar el talento para poder triunfar en el talentismo.
Si en nuestra sociedad el bien más escaso y más valioso es el talento, es necesario que nos planteemos qué podemos hacer para potenciarlo.
¿Es innato y fijo el talento?
Durante mucho tiempo se ha hablado de talento como algo innato y fijo. Hoy sabemos que no es así. El talento se cultiva. Como dice el gran filosofo José Antonio Marina:

“No existen los talentos innatos,
existen las capacidades innatas…
y éstas, se desarrollan o no”

Y así lo han demostrado numerosos científicos, como la Dra. Carmen Sandi, directora del laboratorio de genética del Brain Mind Institute , quien afirma que “el talento es moldeable con el trabajo cognitivo y no es fruto solamente de tu programación genética”. Vemos, pues, como se confirma la premisa de nuestro premio Nobel de Medicina, Santiago Ramón y Cajal

“Todo ser humano, si se lo propone,
puede ser escultor de su propio cerebro”.

Si sabemos que el talento es moldeable, ¿qué podemos hacer para desarrollarlo?
¿Qué podemos hacer para desarrollar nuestro talento y el de nuestros alumnos?

  1. Actitud.

La actitud es, una vez más, determinante. Si a tus capacidades innatas le sumas la dedicación y el esfuerzo necesario, tu talento se desarrolla.
Desarrollar tu talento debe ser una práctica deliberada, en la que la perseverancia es fundamental (hasta alcanzar las famosas 10.000 horas para convertirte en especialista de un tema). El talento surje del aprendizaje. Debes tener claro que no puedes dejar de aprender, ya que nuestra sociedad cambia a demasiada velocidad como para poder permitírtelo.
Del mismo modo, si queremos ayudar a nuestros jóvenes a desarrollar su talento, es necesario estimularles a tomar este camino. Deben conocer que lo que ellos hagan influirá en su talento y mostrarles, a través del ejemplo, la necesidad de no dejar de aprender, fomentar la lectura desde pequeñ@s y ser exigentes con ell@s, recordando que debemos valorar y premiar su actitud, no sus resultados.
Como dice Juan Carlos Cubeiro «hay un genio latente en todos y cada uno de nosotros. El asunto es si queremos pagar el precio para liberarlo«.
2. La importancia de una base sólida
El desarrollo del talento no puede realizarse de cualquier modo. El aprendizaje debe ser coherente y progresivo.
La Dra. Carmen Sandi destaca que, para moldear el talento, es necesario partir siempre de una base sólida. Sin esa base, el desarrollo no es posible porque el aprendizaje es un proceso estructural: primero se deben poner los cimientos y después crecer sobre ellos de forma armónica, con método y coherencia. Si no se hace así, la adquisición de conocimientos se transforma en un caos de nociones dispersas.
Por tanto, la educación en edades tempranas se vuelve a erigir como una necesidad vital. La importancia de la educación infantil es enorme. Si una persona no consigue desarrollar una adecuada base en su formación, va a sufrir sus consecuencias a lo largo de toda la vida.
3. El desarrollo personalizado
A partir de esa base, es necesario desarrollar el potencial de cada persona. El neurocientífico Richard J. Haier es especialista en medición de la inteligencia humana y afirma que “todos estamos igualados por un cerebro distinto”. Haier actualmente está trabajando en personalizar la educación a través de estrategias educativas individualizadas.
Hoy sabemos que el proceso de aprendizaje debe ser un proceso de acompañamiento a cada persona. Los contenidos hoy están a disposición de todos, accesible a cualquiera, gracias a las nuevas tecnologías. El papel de los profesores está cambiando. Juan Carlos Cubeiro lo resume en una pregunta:
«¿Y si los profesores dejan de ser instructores y se convierten en coaches dedicados a detectar las semillas del talento de sus alumnos, a desarrollar el talento a través de preguntas abiertas, a inspirar, a animar un plan de acción, a practicar la gestión del desempeño individual y el seguimiento en el logro de los objetivos?»
 
El mundo educativo debe cambiar hacia otro modelo. Si la riqueza de las naciones es su talento, debemos trabajar en desarrollarlo. Y todos debemos ser conscientes de nuestro nuevo entorno. La educación debe cambiar para nuestros jóvenes y debe pasar a ser una constante en nuestra vida adulta. No podemos dejar nunca de aprender. Cada un@ de nosotros debemos asumir nuestra responsabilidad.
Tú eres responsable de desarrollar tu talento. El talento es cosa tuya.
El derecho a la irresponsabilidad se ha acabado.